Han bastado unos centímetros de nieve (muy lejos de esas nevadas de metro y medio que caen por otras latitudes) para sumir a Cataluña en un colapso del que aún, una semana después, no ha sido capaz de salir.
Por el camino que llevo para ir de casa a la oficina, la M-50 se eleva varios metros, cortando el flujo natural del agua hacia el río Jarama, determinando que se hayan formado unas generosas lagunas que ya han sido aprovechadas por centenares de aves acuáticas.
En los alrededores de Chernobyl, abandonados por los hombres, prosperan como nunca la flora y la fauna.
Y es que, aunque me acusen de nuevo de prodigarme en el misticismo, creemos, con admirable candidez, que hemos domesticado a la naturaleza, cuando esta se limita a dormir y, cada vez que rezonga un poco entre sueños, se nos caen los palos del sombrajo.
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7 comentarios:
Madre y tantas veces madrastra es la naturaleza. Me ha gustado la entrada esta, me recuerda a esas aves que anidan encima de los postes de luz o lo que sean que a nosotros tanto nos molestan a la vista. Al final el paisaje es lo humano ;-), a los animales cierta belleza y armonía les trae totalmente al pairo.
Buen finde.
La naturaleza seguirá aquí mucho después de que nos hayamos ido... ella podrá con todo, se adaptará, nosotros, no. :D
Mira lo que apunta Dostoievski:
"(...) debemos repetirnos sin cesar, que invevitablemente, en un momento determinado y en unas circunstancias concretas, la naturaleza no va a venir a consultarnos nada; que debemos aceptarla tal y como ella es, y no tal y como nos la imaginemos; (...)."
Estamos empeñados en imponer nuestra voluntad. Y no puede ser.
Saludos.
Ya se sabe que la naturaleza no puede domesticarse, como apuntas, todo lo más duerme.
Saludos
Más verdad que un santo: lo que creemos más frágil es en realidad lo más fuerte. Si dejásemos las ciudades a su merced, desaparecerían.
Nosostros no reciclamos mucho, pero ella, vaya si nos reciclaría. No quedaría ni rastro...
Un abrazo
La Madre Naturaleza nos pone a cada uno en su sitio. Nos deja hacer, juguetear, pero ella siempre impone su voluntad.
¿De qué otra manera se nos bajaría la soberbia a los seres humanos?
Un abrazo
Aurora:
En efecto, la naturaleza es esa entropía contra la que nos afanamos (en vano) en pelear.
Lisset:
En efecto, la naturaleza es algo similar a la respuesa de la zarza ardiente: "Yo soy el que es", o algo así.
Pepa:
Así es, y más nos vale no despertarla.
Mª José:
No me cabe la menor duda.
Mery:
Me temo que la soberbia no hay manera, humana o divina, de bajarla.
Saludos a todas y gracias por la visita.
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