El hombre, en la superficie de la tierra, no tiene derecho a dar la espalda e ignorar lo que sucede en el mundo.

Fiódor Dostoievski (El jugador)

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miércoles, 8 de julio de 2015

Pedir al BCE, pedir a Caritas

Un axioma que cualquiera puede asumir es que quien depende de la generosidad ajena para satisfacer sus necesidades elementales no está en condiciones de exigir nada, y hoy mismo Grecia depende de la línea de liquidez del BCE para poder sostener el corralito. Tan pronto la UE colme su paciencia y la cierre, los cajeros automáticos helenos dejarán de proporcionar su magro suministro a los ciudadanos en cuestión de días, no más de dos o tres, y en menos de un mes escasearán los productos básicos y las medicinas, igual que si el país acabase de emerger de un cataclismo o una guerra. Así de crítica es la situación del país.
Es por tanto comprensible que los socios de la unión, y no solo los más tronantes, sino muchos modestos, que han realizado grandes esfuerzos para mantener sus cuentas en orden, como Lituania o la propia España, estén molestos con la díscola actitud del ejecutivo griego.
Aparte de todo lo citado, el resultado de una votación en un país de once millones de habitantes tiene escaso peso en las decisiones de los representantes soberanos de quinientos. El referéndum griego, aparte de una pérdida de tiempo y un completo despropósito,  se antoja parte de las alharacas ceremoniales previas a la autoinmolación, que es lo que parece que  va a perpetrar el país heleno.
La reunión de ayer demostró que la paciencia del resto de miembros de la Unión está tocando a su fin, y Grecia tendrá dos opciones: plegarse a las exigencias de sus socios o saltar al abismo, y cada vez queda menos tiempo para bravuconadas tabernarias. 

lunes, 22 de junio de 2015

Estados de demencia colectiva

Tsipras había prometido a sus electores que doblegaría el fuerte brazo de Europa, y ahora es su gobierno el que yace humillado, a la espera de comprobar hasta dónde querrá la troika alargar el castigo.
Dudo que este particular sorprenda a nadie: no se puede negociar desde una posición de fuerza cuando se depende de la caridad ajena para comer al día siguiente. El país heleno está sufriendo una desbandada financiera, sometido a un caos supuestamente controlado por el BCE para obligarle a ver hasta dónde puede llegar el desastre en el mismo instante en que Europa retire su paraguas de la cabeza de Grecia. Tampoco esto puede sorprender a nadie, ya que La Unión dejó claro desde el primer momento que iba a realizar un castigo ejemplarizante sobre Grecia, decidida a que ningún otro país (léase España) experimente la tentación de abandonarse al populismo.
Contradiciendo lo anterior y a despecho de toda lógica, las encuestas dicen que, a día de hoy, Tsipras reforzaría su respaldo popular, prueba palmaria de que no se puede confiar en la cordura del electorado. Hemos escuchado en infinidad de ocasiones decir a políticos de toda índole que la mayoría nunca se equivoca: lógico, es su única fuente de legitimidad; no obstante, todos sabemos que las mayorías muchas veces se yerran estrepitosamente. Como lo han hecho en Grecia, como sucedió en España cuando se reeligió a ZP, como sucedió en Venezuela con Chaves o en Alemania con Hitler. La mayoría es simplemente una cuestión numérica que nada tiene que ver con la razón.
Entretanto, Grecia se pasea al borde del abismo, y el BCE dista mucho de tener controlada la situación, aunque es posible que Europa quiera que sea así. En el fondo, podemos comprobar que Tsipras juega una partida de ajedrez con Europa, en la que los 11 millones de griegos son peones prescindibles para ambas partes.

Nada nuevo bajo el sol.