Interrumpo mis vacaciones de feliz incomunicación en Aveinte (sin internet y casi sin televisión) para realizar unas gestiones en Madrid y descubro que, por tercer año consecutivo, soy finalista del certamen internacional Martín Gaite que, en esta edición, ha contado con más de mil concurrentes.
A pesar de que lo más probable es que me quede en mero finalista, como en las dos ocasiones anteriores, siempre se agradecen estos estímulos que te indican que, después de todo, no se hacen las cosas tan mal, en especial este año, en el que apenas he concursado.
miércoles, 17 de agosto de 2011
jueves, 11 de agosto de 2011
¿Cuánto pesa el alma?
A
un servidor le deleita la historia de la ciencia y ha leído muchos volúmenes al
respecto; en particular, recuerdo con especial cariño el memorable y antológico
“Biografía de la física”, escrito por George Gamow, el padre de la teoría del “big
bang” y uno de los mejores divulgadores que he tenido el placer de leer.
A
pesar de esto, el libro de Len Fisher no es uno más de tantos, ya que, en lugar
de realizar una aproximación convencional, anecdótica o sistemática, centra su
visión en esos pasos dubitativos, erráticos y a menudo infructuosos que
caracterizan a la historia de la ciencia, en vez de en los grandes logros que
todos conocemos.
Además,
el autor tiene una prosa fácil y, sin formular expresamente teorías, le lleva
al lector a quitarse de la cabeza la idea preformada que asimila a la ciencia en general con las ciencias exactas,
al constatar cómo la comunidad
científica ha dado por buenos, durante décadas enteras, los errores más
disparatados. En definitiva, a relativizar las verdades científicas, que a
menudo asumimos como dogmas de fe y, en ocasiones, no son más que falsedades
institucionalizadas.
Revolución NINI
Arde Londres, e Inglaterra
entera la imita, con una violencia ciega e irracional. Cunde el despropósito
entre los antaño flemáticos británicos, y las fuerzas del orden son incapaces
de contenerlo, pero lo que causa más pasmo es que quienes protagonizan esta
revuelta no son parados de larga duración ni padres desesperados, sino esa
generación cuyo paradigma era la indolencia y la inacción.
Muchachos imberbes, que
desconocen el significado de la palabra responsabilidad, sumen a un país entero
en el caos, y demuestran, con dolorosa contundencia, las consecuencias de padecer una generación que no sabe lo que es la educación, el esfuerzo o la disciplina,
de disfrutar de una PSP en lugar del atento cuidado de los padres.
jueves, 4 de agosto de 2011
La práctica del relato
Aunque tampoco he leído demasiados manuales
de escritura creativa, sin duda alguna este volumen, de Ángel Zapata, es el
mejor de ellos, no porque exponga ideas o conceptos que no incluya el resto,
sino porque lo hace de un modo ameno y claro. El autor, en lugar de limitarse a
enumerar una serie de normas estilísticas, obliga al lector a llegar a ellas mediante
el análisis y el razonamiento, herramientas más propias de un científico o un filósofo que de un escritor.
Me ha resultado especialmente amena la
primera mitad, los capítulos referentes
a la naturalidad y visibilidad, por ser los más tangibles y evidentes.
En el resto, aunque reconozco que aborda unos temas con los que resulta más
complicado lidiar, quizá se extiende demasiado y la lectura no resulta tan
grata, si bien igualmente útil.
Por si alguien quiere hacerse una idea antes de
comprarlo, puede leerse una muestra en Google Books.
lunes, 1 de agosto de 2011
Por fin, ZP
Aunque
ya habíamos vaticinado que ZP no agotaría la legislatura, pronóstico que admito
no entraña demasiado mérito, no puede evitarse resoplar con alivio al conocer
el plazo exacto de esa condena en forma de presidente inepto, armado de buenos
propósitos y desprovisto de todo lo preciso para llevarlos a cabo, que hemos
padecido durante casi ocho años.
La
etapa de Zapatero será recordada en los anales de la historia contemporánea
como la de la presidencia cosmética, del gobierno superficial y vacuo donde lo
único importante eran las apariencias.
Rubalcaba
sabía de sobra que, cada vez que intervenía, el presidente le estaba restando
votos, por lo que es de extrañar que le haya exigido que anuncie una fecha y se
aparte a un lado, y la prueba es que no ha tardado en sacar pecho y proclamar
que ahora es él quien manda en el partido. No en vano, es consciente de que no
existe efecto Rubalcaba, mera cocina de los chefs del CIS, y sí un contundente
efecto ZP, a quien los votantes no pueden ver ni en pintura.
A
la vez, uno contempla lo que ocurre en Estados Unidos, y no puede reprimir la
más insana de las envidias al comprobar cómo los dos grandes partidos son
capaces de acordar a un pacto de estado a diez años para sacar al país de la
crisis, máxime cuando se sabe a ciencia cierta que, en el improbable caso de
que los populares no obtuvieran mayoría absoluta, acabarían pactando con los
nacionalistas, que venderían su voto a cambio de otro bocado más a este
depauperado estado que ha sobrevivido, a duras penas, a dos legislaturas de
talante y despropósitos.
Lo
que resta por saber es si el gobierno entrante va a tener los arrestos precisos
para hacer lo que hay que hacer: tapar el agujero autonómico, la verdadera
causa de que el estado se esté yendo a pique, o se limitará a lo más fácil y
repercutirá el coste de la crisis a los de siempre subiendo impuestos,
aplicando el copago donde sea posible y recortando a empleados públicos y pensionistas.
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