Resulta paradójico que un político que
si por algo ha destacado es por su apego a la inacción, a esa política de dejar
que las cosas se arreglen solas (o se pudran y se olviden), actué con tanta
diligencia en algo que debiera abstenerse, si no actuar en sentido contrario.
Cualquiera sabe que el independentismo
se alimenta de su represión, pues carece de otra razón que lo sustente. La
cerrazón de Rajoy en oponerse al independentismo en los juzgados no tiene otro
efecto que el de avivar su llama.
Hace tiempo que debiera haber sido él mismo quien convocase el referéndum de autodeterminación, a semejanza del de
Quebec o el de Escocia, y dejar bien claro en la campaña cuáles serían los
efectos inmediatos del sí. Cuando uno
vota algo de verdad y con todas sus consecuencias, en lugar de participar en
otra charlotada más, suele pensarse el voto. Si lo hubiera hecho nada más llegar a
la Moncloa, nos hubiera ahorrado estos tres años de hartazgo del “asunto catalán”.
Espero que quien le suceda demuestre un poco más de sentido común.
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