Jesús Cotta narra en su blog lo que le ocurrió en la adolescencia cuando le pidió a su madre que le comprara un Rotring.
Algo así sería inconcebible hoy en día: el niño dejaría una nota a la madre sobre la nevera (sólo la ve los fines de semana y poco). La madre depositaría en el mismo lugar dinero para que se comprara tres. El niño se bajaría el dibujo del rincón del vago, lo imprimiría en una tienda de reprografía por dos euros y el resto se lo gastaría en lo que quiera que se fundan los cuartos los muchachos de ahora. El profesor lo suspendería por listillo. Los padres, pidiendo sendos días libres en el trabajo (la educación de sus hijos es lo primero), irían a ver al profesor y, tras increparle por la evidente ojeriza que le profesa a su vástago, obsequiarían al citado con una ensalada de hostias que para qué te voy a contar. Al día siguiente, todos referirían su versión para las cámaras de “Gente”. Dos meses más tarde, el niño dejaría los estudios e ingresaría en gran hermano (sí, ya sabemos que es menor, pero en este caso harían una excepción) y, ocho meses después, se habría convertido en cocainómano y qué se yo cuántas cosas más, y viviría en la calle. Las cámaras de “Gente” lo volverían a entrevistar y culparía de todos sus males a su madre, que no le supo negar nada.
Igual, vamos.
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5 comentarios:
Ojú Juan Carlos, ahora para que venga mi hijo Jesús y me diga que necesita un bolígrafo. Me echo a temblar.
Un abrazo
No es más que la realidad, si bien adornada con la hipérbole sin la cual no sería nada la literatura.
Un abrazo.
Pues yo creo que esa hipérbole se ha hecho realidad más de una vez.
En efecto, la realidad muchas veces supera a la ficción, si bien, en este caso, reconozco mi generosidad al dosificar la hipérbole.
Saludos.
Pues sí que ha dado vueltas el rotring de Cotta. Y lo malo, Juan Carlos, es que lo que cuentas es bastante verosímil hasta que llegamos a Gran Hermano... Je, je, je.
Un saludo.
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