Seguro que algún malpensado dará por supuesto que me refiero a la imagen de ZP aparcando su laicismo furibundo y rezando con Obama, pero no se trata de esa pintoresca estampa, sino del título del segundo libro de relatos de Miguel Ángel Muñoz.
No sería sincero si omitiese que el libro me ha decepcionado profundamente, tanto por su contenido como por las altísimas e injustificadas expectativas que había fijado en el mismo. No es que se trate de un libro funesto, pero esperaba bastante más de un autor que hace gala de una erudición envidiable en su blog, un referente en lo que respecta a la publicaciones de narrativa breve, y que se declara descendiente directo de Chejov, Carver, Ford, Cheever y Poe.
Entre todos los relatos que integran la compilación, apenas salvaría “Vitrubio”, un texto con un planteamiento espléndido y pletórico de imaginación, que no termina de ser redondo por la excesiva profusión del autor y por el final, que no acaba de encajar, a menos a ojos de quien suscribe. A lo largo de todo el libro, he encontrado chocante que el autor le haga tan poco honor a sus ancestros literarios, pues lo hallo demasiado prolijo y aficionado a las paráfrasis y reflexiones interiores para medrar en el género del cuento, sobre el que muchos coincidimos que es el género de lo estrictamente indispensable.
Es posible que haya juzgado el texto con demasiada severidad, y no dudo que el almeriense podría tomar un libro mío (si es que alguno llegara a ver la luz) y hacer en él una carnicería aún mayor, pero es lo que pienso.
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5 comentarios:
Juan Carlos, igual tuve yo algo de culpa en tus altas expectativas.
En mi opinión los microcuentos que incluye el libro son realmente decepcionantes. Pero cuentos como QUIERO SER COMO SALINGER, EL REINO QUÍMICO O HACER FELIZ A FRANZ, me parecen excelentes.
Un abrazo.
TE podías referir a lo primero, hijo...
Es difícil ser bueno en todo; y los cuentos son una cosa, y las novelas otra..
Un abrazo
Dany:
Tú fuiste uno más, porque las alabanzas que leí por todos lados fueron desmedidas. Otra de las cosas que echo a faltar en este libro, salvo en contadas excepciones, es el conflicto que debe constituir el eje de todo cuento, y el primero de los títulos que citas, que ya tuve ocasión de leer en el concurso de “Cumbres borrascosas”, en el 2007, es un ejemplo perfecto, pues se limita a plasmar una ocurrencia, más o menos bien hilvanada, pero ni se acerca al concepto de cuento.
Julio:
Ya lo hacían todos en estos días, para qué ser uno más, amigo.
María José:
Es difícil ser bueno (sin apellidos)
Saludos a todos.
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