Si
la indiscreción de Rajoy ante las cámaras podíamos explicarla por su bisoñez en
el cargo, esta contumaz reincidencia se antoja la desidia de quien le importa
un pimiento que le graben.
Al
igual que en el caso anterior, más que el contenido en sí de las palabras del
ministro, resulta molesto el tono en el que se lo dice a Olli Rehn o, para ser
más concreto, la diferencia entre este y el de la posterior matización a la
prensa de su indiscreción.
Una
vez más, ese humilde servidor tiene la impresión de que los políticos nos toman
a todos por tontos, o al menos como una masa aborregada a la que se puede manejar
con los cuatro tópicos canónicos. El magro consuelo que nos resta es que al
menos tenemos un ministro de economía que puede entenderse con sus colegas sin
intérprete.
En
casa, el supremo anuncia la primera de las condenas a Garzón, un fallo que se intuía
evidente desde el primer momento, y parece que se tambalearan los cimientos del
universo.
Clama
desde su editorial El Periódico porque
Garzón sea el primer condenado en el caso Gürtel, cuando este hecho no redunda
sino en reincidir el la evidencia de la negligente inoperancia de este juez
estrella que, incluso sin detenerse ante principio legal alguno en sus instrucciones,
no es capaz de evitar que sus encausados acaben con sorprendente frecuencia en
la calle por defectos de proceso.
Garzón
es un nefasto chapucero y, sólo por esta causa, debiera haber sido apartado de
la carrera hace tiempo. A sus incondicionales defensores les aconsejo que no se
rasguen aún las vestiduras, pues todavía le restan dos causas pendientes y la
ola de frío no invita a exhibir las carnes.
2 comentarios:
Para cultivar la indiferencia hace falta talento...
Por si lo olvidabas y tal.
... o estulticia, que los extremos se tocan.
Saludos.
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