En
cuanto escuché a Esperanza Aguirre en el programa de Carlos Herrera, supe que
sus palabras iban a levantar revuelo.
La
Wikipedia afirma: la corrección
política o lo políticamente
correcto es un término
utilizado para describir lenguaje, ideas, políticas o comportamientos que se
considera que buscan minimizar las ofensas a grupos étnicos, culturales o
religiosos. Esta obsesión, llevada hasta el límite del
absurdo por la inmensa mayoría de los políticos y muchos que no lo son, redunda
en la insustancialidad, en el discurso queso
de Burgos, descafeinado e insulso por tanto afán de complacer, o al menos
no molestar, a cuanto insensato irascible puebla la faz de la tierra, y
ciertamente no menudean.
Resulta
patético ir a jugar la final de la Copa del Rey y pedir a tus seguidores que expresen libremente sus
sentimientos, en concreto: pita
por la lengua, pita por la libertad, pita por las elecciones, pita contra el
robo y pita por el nuevo estado catalán.
Semejante dislate es equivalente a ordenarse fraile para predicar desde el
púlpito a favor del ateísmo o el agnosticismo. Encuentro tan pueril la conducta
de Rosell que no se me ocurre otro castigo que quitarle su juguete favorito y
enviarle a la cama sin postre.
Entiendo
perfectamente que el nacionalismo, acostumbrado a hacer de estas cuestiones su
razón de ser, pues carece de otra, sufra de sarpullidos y erupciones ante la
mera visión de un miembro de la casa real o una bandera española, pero nadie
les obliga a participar en la Copa del Rey,
si es que tan dolorosa y ofensiva les resulta la presencia de su vástago. Lo
que no puedo admitir es que políticos que tratan de pasar por moderados, como
Durán, se rasguen las vestiduras y afirmen que prohibir pitadas y abucheos es
un atentado contra la libertad de expresión. Curiosamente, cuando pitaban a los
de su partido a la entrada a las cortes catalanas, no sostenía la misma
opinión.
Retomando
el comienzo, parece evidente que la presidenta madrileña peca de muchos defectos,
pero no de exceso de corrección política, y, si por algo se caracteriza, es por
afirmar en voz alta lo que mucha gente piensa pero ningún político se atrevería
jamás a enunciar, justamente por saber que ello les convertiría en blanco de la
jauría.
Un
servidor no es monárquico ni se le saltan las lágrimas ante la vista de la
enseña nacional, pero no me parecería mal que el partido se suspendiera si la
conducta del público lo justifica. Mi modesta opinión es que, si no nos gustan
las leyes, cambiémoslas, si bien, mientras permanezcan en vigor, hay que
respetarlas y los gobernantes tienen la obligación de hacerlas respetar. Si han
de hacer una manifestación en la plaza de Cataluña en contra de la monarquía y
a favor de la independencia que la hagan, no obstante, si acuden a la final de
la Copa del Rey, algo a lo que nadie
les obliga, déjense los pitos en casa.
1 comentario:
Totalmente de acuerdo. Si existen las leyes es para cumplirlas.
En todo caso el himno y la bandera son de todos, son símbolos, y los símbolos son importantes en el espacio público, en el aula, en la empresa...
Menos chorrada de "Marca España", que me pongo enferma cada vez que repiten la cursilada esa los de mi gremio, y más España a secas. Marca España = chorrada de última generación imposible de sostener si no existe una idea de España primero, por Dios. El marketing o los eslóganes no sustentan un país, no es marketing lo que nos falta, es fundamento.
No creo que haga falta ser Esperanza Aguirre o del PP, UpyD lleva en esa batalla mucho tiempo.
Siento una sana envidia por los yanquis, por los franceses y por otros muchos que respetan eso que les une precisamente, que no es de unos y de otros, es de todos: la bandera, el himno, etc.
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