Así
está el país, torturado y maniatado por la crisis, coronado de espinas por la Merkel y con Draghi en el papel de Poncio Pilatos, lavándose
las manos antes de tocar la basura (léase nuestra deuda soberana), y afirmando ecce terra, o este es el país, antes de
entregarnos a los mercados sedientos de sangre.
Una
vez más, nos anuncian una nueva semana trascendente, seguramente la quincuagésimo
quinta desde que se iniciara la crisis, y el ciudadano de pie ya escucha las
noticias de desplomes de Ibex y ebulliciones del diferencial de deuda como quien oye los ecos
de una tormenta persistente, pero a la que la rutina ha desprovisto de toda
capacidad de generar pánico.
Por
todo lo citado, ese ecce homo transfigurado
en Paquirrín con peluca a lo afro constituye el epítome perfecto de la
situación de la nación, un país que, tal como vaticinó Guerra en uno de sus
ataques de clarividencia, no lo va a
conocer ni la madre que lo parió.
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