La cabeza estaba harta por completo de esos pies perezosos, malolientes e
infectados de hongos. En concreto, le enervaba esa manía suya de no correr lo
mismo que ella y que la obligaba a
rezagarse.
También odiaba a las manos, para que negarlo, tan delicadas que a la mínima
se cubrían de ampollas y callos, y tan torpes que nunca eran capaces de ejecutar
con precisión la pura perfección de sus pensamientos.
Puestos en materia, también la enervaba el estómago, insaciable, siempre
pidiendo más y luego quejándose acto seguido. Y el corazón, tan presuntuoso él,
pero que se negaba a obedecer sus dictados y se quebraba al menor contratiempo.
Decididamente, estaría mejor sin toda esa caterva de inútiles, y es
posible que se decida a abandonarlos.
Como si fuera posible.
PD: Pueden darle a la cabeza un nombre del norte de España o de Europa, es indiferente.
PD: Pueden darle a la cabeza un nombre del norte de España o de Europa, es indiferente.
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