Si uno desconociera la obra previa de Juan Marsé y diera con este, su último título, bien pudiera pensar que tiene en sus manos una obra maestra. Nos enfrentamos a una historia colorida, narrada con envidiable destreza, unos personajes formidables, construidos a la perfección, y un soberbio final agridulce.
No obstante, un servidor ya ha leído con anterioridad otras obras del autor y, si bien esta última quizá sea la más redonda de todas, se parece demasiado al resto, en particular a “El Embrujo de Shanghai”, así como a la propia biografía del escritor.
No se puede negar que Marsé posee un gran talento como narrador, quizá sea el que más acopia de los escritores patrios en activo, si bien es lamentable que lo desperdicie escribiendo una y otra vez la misma novela con distintos títulos: esa historia intimista, ambientada en la Barcelona de posguerra, centrada en el tránsito del protagonista, que se rodea de personajes variopintos y un tanto estrafalarios, de la pubertad al gris mundo de los adultos.
Supongo que, cuando uno alcanza la edad de Marsé, se debe contemplar la adolescencia como una era casi mítica, más adornada por la nostalgia que tiranizada por la fidelidad de los recuerdos, y debe resultar difícil escapar a su hechizo; no obstante, alguien, quizá su agente o su editor, debieran aconsejarle que ya es hora de escribir algo diferente.
1 comentario:
De acuerdo completamente contigo. Cuando uno repite historia corre el riesgo de que no se le aprecie calidad y , por supuesto, interés casi nulo.
Un abrazo
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