Si la semana pasada, tras los incidentes en las cortes catalanas, los portavoces de todos los partidos, así como sus voceros en los distintos medios, pedían la disolución a palo limpio del movimiento 15M, la presente, por arte de birlibirloque, los mismos agentes intentan acercar posturas con los indignados.
Encuentro especialmente pintoresca la mutación de Miguel Ángel Rodríguez, ex portavoz del gobierno Aznar, que, antes de las elecciones, perfilaba el movimiento como una oscura conspiración, similar a la que sirvió para encumbrar a ZP en el poder la jornada de reflexión tras los atentados del 11M, y ahora califica a los indignados como “gente de bien”.
Semejante (y simultáneo y diametral) cambio en discursos de todos los colores no puede ser en modo alguno casual, y, una vez más, viene a probar lo estúpido que se puede llegar a ser cuando se deja cegar el entendimiento por las encuestas y los sondeos de opinión.
Ni el movimiento 15M eran una panda de perros flautas y agitadores a sueldo de oscuros intereses, como pretendían hacernos creer apenas unos días atrás, ni ahora ejemplifican ese vector de regeneración democrática que habrá de refundar la sociedad.
Ayer, al igual que hoy, son un cúmulo de personas que apenas comparten su indignación con un sistema que es, en esencia, injusto, en particular con muchos de ellos, si bien no cuentan con otro fin que el de mostrar su indignación; por más que ahora se apresuren a formular idearios de coyuntura, es innegable que aquí se ha manifestado la acción antes de disponer de los objetivos que la justifiquen.
Por otra parte, no debemos perder de vista que los indignados son una minoría, numerosa y significativa, pero minoría, y, al igual que ellos niegan sentirse representados por los políticos electos, tampoco ellos representan al común de la ciudadanía, sino a ellos mismos, por lo que tampoco tienen derecho alguno a erigirse en vocales de un pueblo del que apenas son fracción.
Por último, aunque bellos y utópicos, la mayoría de sus postulados son vacuos, cuando no irrealizables. Su principal caballo de batalla, las listas abiertas, como ya hemos apuntado aquí, son ya un hecho en el senado y sólo sirven para que salgan elegidos los senadores cuyo apellido comienza por “A”. Ahora parecen querer rebelarse contra las directrices de la zona euro, como si nuestro país tuviera alguna opción de sobrevivir fuera de ella.
Y con esto no quiero decir que carezcan por completo de razón, pero la política es el arte de la pragmática, de obtener el mejor resultado posible con los medios que se dispone, y de poco sirve ladrar a la luna y pedir imposibles si no se aportan alternativas factibles y viables.
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