jueves, 2 de junio de 2011
El Prestige socialista
Ni por asomo piensen que pretendo afirmar que el PSOE haya ganado prestigio, más bien al contrario, sino que el movimiento 15-M va a suponer para el binomio ZP-Rubalcaba lo que la mancha de chapapote para Aznar-Rajoy: una erosión continua e incesante del partido en el poder.
No existe una oscura mano tras este fenómeno, como han tratado de hacernos creer algunos de los políticos y tertulianos a sueldo de la derecha más radical, los habituales de la teoría de la conspiración, y, aunque los estandartes de la progresía (IU y sindicatos), hayan tratado de arrimar el ascua a su sardina, una vez más han demostrado que, lejos de liderar la sociedad, como sería su propósito, se encuentran bastantes pasos tras ella.
Una población con cinco millones de parados, donde se auxilia a los bancos y se desasiste al ciudadano de a pie, por fuerza debe reventar por algún lugar, y el 15-M es nuestro particular descosido.
¿Qué pretende el movimiento? Ni ellos mismos los saben. Por supuesto que han brotado entre ellos, como setas tras la lluvia, algunos ideólogos, que han elaborado listas repletas de declaraciones bienintencionadas, si bien su propia autodefinición: indignados, brinda una aproximación más fidedigna a la verdad, millares de personas aplastadas por una realidad abrumadora e injusta, que deciden manifestar su descontento del único modo a su alcance.
El delfín Rubalcaba, de forma interesada y un tanto ingenua, ha hecho una pésima gestión del problema. Si, al día siguiente de la acampada, les hubiera recibido en su despacho para escuchar sus demandas y hubiera constituido de inmediato una comisión oficial para estudiarlas (la forma más inexorable de echarlas a saco roto), este movimiento se habría disuelto antes de las municipales.
En su lugar, se ha limitado a permanecer de brazos cruzados, quizá con la vana esperanza de que esta manifestación espontánea supusiera el milagro que los librara del más que seguro desastre electoral, y ahora ha dejado crecer la bola de nieve hasta un punto en el que es imposible de manejar.
Para remate, en un summun de imbecilidad y ceguera política, sus amigos catalanes incurren en la bajeza moral e insensibilidad deleznable de desalojarlos de malas maneras por un maldito partido de fútbol, torpeza que ha determinado que el movimiento, que comenzaba a languidecer por el mero efecto del tiempo, haya multiplicado sus fuerzas.
En este punto, cabe preguntarse qué hará Rubalcaba: lo mismo que hasta ahora, nada, o lo que es lo mismo: esperar que el problema se solucione sólo y quizá cantar “que llueva, que llueva, la Virgen de la cueva”, rezando para que la meteorología acabe con el ánimo de los contumaces acampados, ajeno al hecho de que, no sólo está cavando su tumba política, sino que él mismo se está encargando de echarse tierra encima para sepultarse, ufano de haberse librado de Chacón y como si el paraguas de las primarias pudiera librarle del alud que se le viene encima.
(Columna publicada en El Soplón)
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
3 comentarios:
La clase política, de derechas e izquierdas, apesta...
Un saludo
En efecto, Martha, cuando uno se hace un profesional de la política, acaba viendo al ciudadano como la materia con la que trabaja en lugar de personas.
Saludos.
Actualmente apesta. ¿Será posible una regeneración o toda situación es susceptible de empeorar? Veremos.
Publicar un comentario