En
los últimos días, hemos tenido ocasión de comprobar cómo la fiscalía acudía en
auxilio de dos encausados por defectos en la instrucción.
Hasta
aquí todo sería maravilloso si uno de ellos no fuera el antiguo presidente de
Bankia y la otra la hija del rey. No voy
a negar que a cualquiera le gustaría recibir ese trato de la fiscalía si alguna
vez se llega a encontrar en la misma situación, pero dudo que ni siquiera el
más ingenuo aventure a imaginar que esto pueda llegar a sucederle a un
ciudadano común, a uno a los que le detraen un significativo porcentaje de su nómina
justamente para pagar a la fiscalía, entre otros gastos del estado.
Además,
no se puede dejar de lado que a Blesa se le libera porque las pruebas con las
que le imputaron pertenecían a otro sumario cerrado, no porque no existan
indicios más que razonables de culpabilidad.
Esto
último incide, una vez más, en la necesidad de reformar la justicia. Tenemos
una entidad de la época de la ilustración en plena era de la información, un
dinosaurio vivo, enorme, monstruoso e ineficiente.
Y
lo que es peor, tenemos una justicia que no concuerda con la idea abstracta de
justicia que tiene el ciudadano medio, y eso constituye un grave problema.
2 comentarios:
Hola, Juan Carlos.
Hace mucho que no sé de ti y resulta que de alguna forma he llegado a la noticia de que tienes un nuevo libro. ¡Enhorabuena, amigo! Te deseo todo lo mejor. Un abrazo.
Estoy saturado de trabajo, el "síndrome de la lavandería de Martín Edén", y apenas visito el mundo virtual.
Muchas gracias.
Un abrazo.
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