Monedero es
ya un cadáver político. Iglesias hacía ayer pucheritos cuando decía cuánto lo
sentía y lo amigos que eran, pero no le tembló el pulso al deshacerse del que
se había convertido en el mayor peso muerto de un partido que todavía no ha alcanzado
ninguna responsabilidad de poder. No es de extrañar, pues si algo ha
caracterizado históricamente a los partidos revolucionarios es la prodigalidad
con la que van llenando la cuneta de cadáveres.
Monedero se
despide dando coces, acusando a su partido de ser igual que la “casta” a la que
critican (en esto no tiene razón: son mucho peores), y él mismo envuelto en
turbios asuntos económicos, ser igual que la “casta” a la que critica.
Parece
evidente que Podemos se ha financiado de sitios tan poco recomendables como
Venezuela o Irán, países que, como podrán comprender, no tienen ninguna
preocupación por la pureza de la democracia en España ni el bienestar de sus
gentes. Si regímenes opresores y totalitarios ponen su dinero en las manos de
los dirigentes de un partido político, es porque éste en realidad no es tal,
sino una brecha abierta en la línea de flotación de la democracia, tal como,
tradicionalmente, los gobiernos revolucionarios han tratado siempre de exportar
la revolución a otras latitudes.
Con esto no
quiero decir que Podemos, si ganara las elecciones, que va a ser que no, vaya a
implantar un régimen bolivariano o teocrático, lo que quiero explicar es que
Iglesias es una persona sin escrúpulos, sin otro afán que alcanzar el poder,
sea cual sea el precio, y sin importarle la calaña de con quien tenga que
asociarse o el precio que tenga que pagar por llegar a él, para qué hablar de
lo que sería capaz de hacer por perpetuarse en el mismo.
Ahora van y
le votan.
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