Esta novela de Luis Landero, la segunda que leo del autor tras “Hoy Júpiter”, es incluso más redonda que la anterior, y los personajes se perfilan más intensos y repletos de matices. Tan sólo el detalle de que el protagonista sea capaz de dormir con un ojo y permanecer en vigilia con otro, confundiendo el mundo real y el onírico, o el símil del taller donde trabaja con la trampa de la hormiga león ya merecerían salvar la novela aunque no contase con otro mérito reseñable, que no es el caso.
Al igual que en la otra ocasión, el final es lo más flojo del libro, y la única causa de que no se pueda considerar a la novela una obra maestra.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
3 comentarios:
Pues es una pena que algunos escritores fallen precisamente en el final. Como los toreros, el remate de la faena es fundamental.
Un abrazo
No conozco, pero acepto recomendación.
Mery:
Aun así, merece la pena.
Pepa:
No te defraudará, garantizado.
Saludos a todos.
Publicar un comentario