ZP ha anunciado que se marcha, algo que ni nos sorprende ni nos alivia; lo primero, porque era previsible, lo segundo, porque sus intenciones (veremos cuánto duran) pasan por agotar la legislatura.
Y era previsible que lo anunciara antes de los próximos comicios de mayo porque su imagen (quién se lo iba a decir a él, con lo que ha hecho por nosotros, ingratos) es un lastre demasiado pesado para unos candidatos que se saben perdedores y contaminados por su contacto con Zapatero, a quien vitoreaban hasta hace dos días, pero necesitan un un chivo expiatorio a quien cargar la culpa del seguro fracaso.
Y también es previsible que no agote su legislatura, porque el batacazo es seguro, y es más fácil hacer leña del árbol caído que abatir uno que permanece erguido.
Y qué deja tras de sí: un candidato aquejado del mismo desgaste que lo ha consumido a él y una candidata de diseño (sí, otra más), que no acopia más méritos que los de ser joven, catalana y mujer, el primero de ellos transitorio y los otros dos circunstanciales, gran currículo. Da la impresión de que ZP hubiera querido emular al gran torero y mejor filósofo de salón, Rafael Guerra, Guerrita, cuando afirmó: "Después de mí, naide".
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario