justicia.
(Del lat. iustitĭa).
1. f. Una de las cuatro virtudes
cardinales, que inclina a dar a cada uno lo que le corresponde o pertenece.
No
cabe duda alguna de que las nuevas tasas judiciales acaban con el principio de
universalidad de la justicia, de modo que la misma difícilmente puede seguir
manteniendo el nombre, y habrá que
llamarla sistema de aplicación de leyes o algo parecido.
Admito
que tenemos un sistema judicial propio de la época de la ilustración, inmovilizado
y aplastado por su propio peso, como un obeso mórbido, también que se está
haciendo un uso torticero de la misma, como el que perpetran algunas compañías
con grandes gabinetes jurídicos a las que sale más rentable hacer que los
demandantes desistan por mero hartazgo que reconocer sus justos derechos, o algunas
empresas que se anuncian por la radio y que se dedican a interponer recursos de
multas.
No
obstante, el importe fijo desorbitado de las nuevas normas dejará al ciudadano
inerme ante cualquier abuso de la autoridad. Por ejemplo: si le imponen una
sanción de aparcamiento injusta, le va a salir más rentable pagarla que recurrirla.
El
ejecutivo anda más tieso que una mojama, y trata de disfrazar de
racionalización cualquier asalto a la cartera maquillado de decreto, así que amárrensela
bien porque no será el último.
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