Servidor es uno de los cientos de miles
de españoles que hoy debe hacer huelga quiera o no.
En mi caso, obedece a que el director de
la fábrica donde me encuentro trabajando le teme más al comité de empresa que
la propio diablo y no se atrevería a hacer nada que lo incomode lo más mínimo,
y ha prohibido a todas las contratas externas el acceso a la misma.
No obstante, en la televisión hemos
tenido ocasión de ver otras coacciones menos sutiles, barricadas, neumáticos
ardiendo y piedras volando delante de los mercados centrales.
No me entra en la cabeza por qué la ley y
las fuerzas de seguridad siguen tolerando la actividad de estas bandas de
extorsión organizada que son los piquetes informativos, y no se les aplica
directamente el derecho penal o, mejor aún, se crea una legislación específica
al respecto que castigue de forma contundente e inmediata estos
comportamientos.
Tenemos unos sindicatos y una ley de
huelgas propios del siglo XIX, de la época de una lucha de clases obsoleta,
fósiles vivientes que se han convertido en una lacra para la sociedad, incluso
para el mero ejercicio de la libertad.
En el capítulo anecdótico, ayer, poco
después de las diez noche, me encontré con uno de estos grupos que se reunían
al amparo de la bandera de la CNT en el casco viejo de Zaragoza, se ve que
preferían trasnochar a madrugar, y lo cierto es que la mayoría de ellos tenían
aspecto de no haber trabajado en la vida, el paradigma de lo que ahora se da en
llamar perroflauta, curiosos
abanderados de esta huelga nini .
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