El hombre, en la superficie de la tierra, no tiene derecho a dar la espalda e ignorar lo que sucede en el mundo.

Fiódor Dostoievski (El jugador)

domingo, 10 de junio de 2012

La prima y la madre que la trujo


Un servidor no puede evocar sin añoranza tiempos que parecen remotos, en realidad apenas un par de años, cuando, si alguien nombraba a la Prima, sin más apellidos, se refería a un pariente de segundo grado, o más lejano, de esos que apenas te encuentras en los eventos familiares más masivos. Si además le ponía el calificativo de riesgo, se refería a que le gustaba practicar el sexo sin precauciones o a que era de esas que venían de visita a las once de la mañana y no conseguías echar antes de la medianoche.

Por desgracia, ahora el término tiene un significado muy diferente y hasta mi frutero es capaz de hablar sobre la evolución del bono alemán a un año con la misma soltura con la que antes recitaba la alineación del Madrid de la quinta del Buitre y, cuando te cruzas con algún vecino en el ascensor, en lugar de hablar del tiempo, te comenta el precio que alcanzó la deuda española en la última subasta.

        Sería lógico suponer, dado el nefasto panorama que parece acecharnos cada mañana emboscado en los titulares de los diarios, que optáramos por la evasión de la realidad, como Solbes y Zapatero cuando los inspectores del banco de España le hicieron llegar al primero la famosa carta que ponía en negro sobre blanco la verdad sobre el estado de la banca y ambos desdeñaron como un simple mal agüero. A despecho de lo anterior, parecemos recrearnos en nuestra desgracia, doctorándonos en macroeconomía y mercados financieros, como esos enfermos que se empeñan en saber más sobre sus enfermedades que los propios doctores que les tratan.


        Hablamos de miles de millones con absoluta indolencia; como prueba el hecho de que cada español, por mediación del FROB, tengamos que prestarle a los bancos dos mil euros. En mi caso, que tengo esposa y dos hijos, supone un montante familiar de ocho mil euros, una cifra nada despreciable.


        En este  punto es cuando a uno no le queda otra opción que preguntarse por qué toda esta caterva de ineptos e insensatos (por no decir algo peor), comenzando por ZP y Solbes, siguiendo con MAFO, Rato y Blesa, y concluyendo con todos los representantes de partidos políticos y sindicatos que ostentaban cargos de consejeros en todas estas entidades que han tirado dinero a manos llenas, no se encuentran ahora mismo juzgados y encerrados.


       Al ciudadano de a pie, ya experto en las interioridades del sistema financiero, no le es ajeno que no se puede dejar quebrar al sistema bancario, pero lo que nunca podrá comprender es por qué se rescata a estas entidades, pesebres para pagar favores y lealtades políticas, y no a su pequeño negocio o a él mismo, sencillamente porque no existe explicación plausible.


        Por todo lo anterior y aún sabiendo que apenas vislumbramos la pequeña punta emergente del iceberg, uno maldice entre dientes, mentando a la Prima y la madre que la trujo, y reza para que estos cien mil millones sirvan para que nos deje en paz, al menos hasta que concluya la Eurocopa.