El hombre, en la superficie de la tierra, no tiene derecho a dar la espalda e ignorar lo que sucede en el mundo.

Fiódor Dostoievski (El jugador)

miércoles, 26 de agosto de 2009

Busque, compare y, si encuentra algo mejor…





… pues se fastidia y se queda con lo que tiene.

Doña Ángela es doctora en física y, antes de meterse en política, era una prestigiosa investigadora. Ha demostrado su integridad al lidiar con el aparato de su propio partido y su calidad de estadista al ser capaz de pactar con la oposición. Por su parte, José Luis… bueno, dejémoslo en que él es como es. Alemania sale hoy de la recesión, y nosotros seguimos como seguimos.

Que lástima que abandonase lo de la guitarra, oigan.

lunes, 24 de agosto de 2009

Diez negritos

Confieso que acometí la lectura del libro con una buena dosis de prejuicios, dado que me enfrentaba una de las obras paradigmáticas de la literatura de genero y orientada al gran publico. Aun así y a pesar de que la traducción no era de las que más honra al oficio (mal puntuada y repleta de adverbios terminados en mente, verbos genéricos y algunas frases que parecían haber sido transcritas por el traductor automático de google) he de reconocer que la narración aparece magistralmente hilvanada y que consigue mantener la tensión narrativa a lo largo de toda su extensión.

Buena parte del mérito de la obra obedece al planteamiento inicial: diez personas, supuestamente autores de crímenes impunes, son engañadas por un misterioso señor Owen, que consigue que acaben recluidos en una pequeña isla y se les anuncie, por medio de una grabación en un gramófono, que se les va a aplicar una suerte de justicia universal. El hecho de que las muertes se vayan produciendo conforme a una vieja canción de cuna (¡hay que ver las canciones macabras que les cantan los ingleses a sus niños!) no supone más que un toque exótico, y el interés emana del tenso ambiente, en el que todos desconfían de todos.

El desenlace se antoja un tanto forzado, rocambolesco y propio de una actuación de de prestidigitador, no podía ser de otro modo considerando que fallece hasta el apuntador, pero el resultado final es un producto digno y que se lee con avidez.

miércoles, 19 de agosto de 2009

86 Blufs

Admito que la elección de mis últimas lecturas no está resultando demasiado afortunada, pero este libro se lleva la palma. Tenía noticias de tantas alabanzas y parabienes sobre Quim Monzó (a quien enaltecen como uno de los mejores cuentistas del momento), que cuando inicié la lectura de “86 cuentos” (la recopilación de toda su narrativa breve hasta 2001) no podía dar crédito a que se tratase del mismo escritor y no de un caradura bendecido con el mismo nombre que se aprovechase de tal coincidencia. Tras sufrir algo más de cien páginas, llegué a sospechar que el problema estribaba en que los cuentos se ordenaban cronológicamente (yo todavía me sonrojo cuando reviso lo que escribí apenas un par de años atrás), por lo que procedí a leer de atrás hacia delante, sin que obtuviese mejores resultados. También realicé alguna lectura al azar, con idéntica conclusión.

Ninguno de los cuentos que he leído superaría la criba previa de un concurso medio serio (ni la de un lector con criterio), y ni siquiera se puede descubrir en ellos la picardía y el oficio que caracterizan la obra de aquellos autores especializados en ganar concursos otorgados por jurados compuestos por charcuteros leídos y amas de casa con veleidades literarias, y que cuentan sus galardones por centenares.

En estas circunstancias, uno se pregunta de dónde le viene entonces a Monzó su envidiable e inmerecido prestigio, y un servidor no puede dejar de plantearse que quizás no sea del todo ajeno a este hecho la circunstancia de que escriba en catalán (con lo cual nos encontramos de nuevo a vueltas con el tema autonómico y las políticas lingüísticas).

Si alguien se aventura a leerlo, mejor que no lo compre. Yo presto mi ejemplar.

lunes, 17 de agosto de 2009

¿Es posible vivir sin Internet?

A la vista de los hechos, debo admitir que sí. Un servidor ha permanecido diez días desconectado de la red y ha tenido ocasión de comprobar que existen otros mundos, aparte de los virtuales, y ventanas que se cierran con la maneta, en lugar de pulsando en el aspa de la esquina derecha. He disfrutado de la experiencia de contemplar las lágrimas de San Lorenzo sin mirar la tele, y de ser perseguido por una nube de insectos inmisericordes cada vez que mi bicicleta atravesaba una zona poblada de ganado y el terreno me impedía huir por mera velocidad. En otras palabras, he pasado una semana de vacaciones en Aveinte, Ávila, el pueblo de mi Santa.

viernes, 7 de agosto de 2009

Un tonto muy tonto (por un puñado de trajes y II)

Ningún servidor público, ni siquiera el último mono, ese que se limita a pegar pólizas y sellar instancias, debiera aceptar prebenda alguna, mucho menos un reyezuelo de taifas. Desde el momento en que su partido ha tratado de quitarle hierro al asunto (en lugar de clamar por su inocencia) resulta patente que Camps aceptó estos trajes, con lo que demuestra ser más tonto que el que asó la manteca.

A la calle con él, por inmoral, por mentiroso y, sobre todo, por tonto. Si han de trincarte, que sea por algo que merezca la pena; ponerse en un brete por un puñado de trajes demuestra una estulticia supina.

Miedo da la altura(en este caso bajeza) intelectual (de la moral no hablamos) de los que nos mandan.

miércoles, 5 de agosto de 2009

¿Ministro de qué?

Ya le había escuchado pecar de lo mismo en más de una ocasión, pero ayer pude comprobar que, en quince segundos escasos de intervención, el ministro Celestino Corbacho (por otra parte, uno de los, en apariencia, más competentes de este ejecutivo) perpetró tres “deques” como tres patadas a la gramática de Nebrija.

Cada vez nos expresamos peor (me incluyo en el lote: no en vano, soy escritor y no orador). Sin duda, influye en este particular el desdeñoso abandono de la oratoria (tan trascendente para nuestros ancestros) en nuestra educación y en nuestra actividad social. No estaría mal, por ejemplo, que, a semejanza de los americanos, en nuestros colegios e institutos existiese un club de debate. Resulta penoso constatar cómo personas con estudios universitarios se ven en serios aprietos para definir o explicar un hecho concreto (no hablemos de un concepto abstracto) y sólo lo logran, si llegan a hacerlo, valiéndose de un prolijo arsenal de muletillas, frases hechas, anacolutos y sobreentendidos.

De vuelta a los orígenes de la entrada, tampoco voy a exigirle al ministro que se exprese como Demóstenes, pero sería de agradecer que alguien de su notoriedad pública al menos lo hiciese con un mínimo de higiene gramatical. Resta, como consuelo, que no se trataba del ministro de cultura, aunque mayores desmanes se han contemplado, como nombrar ministra de igualdad a una señorita que sólo es igual a sí misma.

Por cierto, el viernes me tomo una semana de vacaciones, que disfrutaré en Aveinte, localidad de la que no puedo hablar mal, porque de ella es natural mi esposa, pero en la que no se dispone de cobertura 3G (señores de MoviStar, hagan algo), así que no me esperen en esas fechas.

martes, 4 de agosto de 2009

Otra vuelta de tuerca

Confieso que lo que me indujo a leer esta novela corta de Henry James fue la conjunción de dos causas dispares y heterodoxas: el hecho de que Anagrama haya lanzado una colección bajo este nombre y el de que mi buen amigo virtual, Javier Pérez, haya bautizado así a la nueva casa rural de su emergente “holding” berciano.

Una vez más, me veo obligado a nadar contracorriente y, a despecho del cúmulo de elogios que se pueden leer sobre la novela, no puedo sino afirmar que esta obra constituye un claro ejemplo de narración que no envejece bien. En buena medida, esta circunstancia obedece a la rígida moral y absurdo clasismo de la época victoriana en la que se enmarca, patentes en el discurso de la protagonista y que lo hacen resultar un tanto gazmoño. También, supongo, a la ambigüedad del texto, que imagino que en su época se mostraría efectista y desconcertante, si bien hoy, a falta de más substancia a la que hincar el diente, resulta bastante trillada.

Para remate, la obra acaba de forma abrupta sin tener en cuenta que se había iniciado con la lectura de un manuscrito junto al fuego, un defecto que induce a pensar que la obra se encuentra inconclusa o finalizada de forma tajante y chapucera.

En resumen, tampoco es que me haya supuesto un enorme esfuerzo concluir su lectura (influye en este particular la circunstancia de que conste de poco más de cien páginas), si bien, a menos a gusto de un servidor, no se trata de la portentosa obra maestra que había visto referida en tantos lugares.

domingo, 2 de agosto de 2009

Velocidad de los jardines

Por alguna razón, que este servidor no alcanza a comprender, esta obra de Eloy Tizón se suele incluir en la mayoría las listas que aspiran a englobar a los mejores libros de relatos. Y no es que pretenda postular que carezca de calidad, pues su prosa es delicada y exquisita, pero el autor se limita a plasmar una serie de escenas fijas, emociones o estados de ánimo, algo semejante a un cuadro impresionista, y admito que lo lleva a cabo con notable maestría, pero dista mucho del estallido de acción que cualquiera, al menos quien firma esto, esperaría hallar en un cuento.

Confieso que el libro se lee con facilidad, incluso con placer, y que evoluciona in crescendo, hasta culminar con el relato que da nombre a la compilación, pero mentiría si negase que el libro me ha defraudado, pues las alabanzas sin tasa que había leído sobre él me habían llevado a abrigar demasiadas expectativas.

Aprovecho para saludar a todos desde esta suerte de Manhatan chico, cañí y caótico en el que se ha convertido Benidorm (por supuesto, trabajando)