El hombre, en la superficie de la tierra, no tiene derecho a dar la espalda e ignorar lo que sucede en el mundo.

Fiódor Dostoievski (El jugador)

lunes, 28 de septiembre de 2015

Política ficción

Si un día Artur Mas se sincerase (supongo que para eso serían precisas más de veinte barrechas en ayunas), admitiría que no le interesa lo más mínimo alcanzar la independencia, pues entonces se quedaría desprovisto de todo propósito, de esa estrella polar que guíe sus pasos. Para Mas la independencia es como el peplo para Penélope, un subterfugio con el que perder el tiempo y alargar indefinidamente una situación que  se antoja insostenible.
Y la prueba es que en toda la campaña apenas se ha hablado de política virtual, de escenarios hipotéticos que todos saben no se van a producir jamás, mientras la política real, la que afecta al ciudadano, no ha sido siquiera mencionada. De hecho Mas ha puesto a dar la cara a un hombre de paja, que no ha tenido nada que ver con su gobierno, y se ha ahorrado tener que hablar sobre unos de los perores servicios públicos de España y una corrupción que amenaza con hundir a todo el anterior ejecutivo en su pozo séptico.

Y, entretanto, el ciudadano de a pie, entre los que me incluyo, ahíto de todo este juego de tronos, de este folletín interminable por entregas que amenaza con no concluir jamás.

martes, 22 de septiembre de 2015

Taxonomía del periodista.


A despecho de que acostumbramos a denominarles a todos con el mismo y genérico nombre, existen muchas y muy notables diferencias entre los miembros de este colectivo, por lo que me gustaría reseñar aquí algunos de los grupos más destacados (a pesar de que los cinco primeros a duras penas merecen el apelativo común, insisten en atribuírselo, por lo que los incluiremos aquí), a saber:


Pesudoperiodista:  categoría a la que pertenecen ese grupo de rapaces y carroñeros que prospera en los platós donde se dan voces y su presa favorita son las intimidades de personajes de medio pelo. Por desgracia es uno de los grupos más numerosos y mejor remunerados.
Periodista mamporrero: dícese del espécimen, particularmente frecuente en las tertulias matinales y nocturnas, cuya opinión coincide sospechosamente con la versión oficial del partido de turno, hasta el punto de convertirse en una extensión de la oficina de prensa del mismo.
Periodista de denuncia: mutación de la especie anterior cuando su partido pasa del gobierno a la oposición.
Periodista comparsa: ejemplar bastante común que abunda en ruedas de prensa y entrevistas pactadas.  Sirve como mero atrezo para el lucimiento del político o personaje de turno. Ante una pregunta que no figure en el guion, se arranca los cabellos y asperja agua bendita.
Periodista de opinión: la definición es un oxímoron en sí misma.
Presentador de telediario: máquina orgánica de leer noticias.
Periodista notario: frecuente en los medios modestos y locales, se limita a ser testigo aséptico de los acontecimientos que cubre, de los que redacta una reseña funcional y asertiva.
Periodista cilicio: acostumbra a realizar entrevistas a personajes notorios que consienten en someterse a semejante suplicio a sabiendas de que les va a preguntar por todo aquello que les resulte más incómodo.
Periodista guerrillero: suele brotar al clamor del tumulto en los eventos más polémicos, empeñándose en llevar la contraria, incluso ridiculizar, a quienes los promueven.

Periodista jenízaro: siente pasión por los lugares que evitamos como la peste el resto de los mortales, haciendo visible una realidad incómoda o contraria al mainstream.  Son los que de veras honran la profesión, y su mera existencia justifica que toleremos al resto.

lunes, 14 de septiembre de 2015

El bolígrafo de gel verde

Admito mis prejuicios en cuanto a los best sellers, basta que todo el mundo haya leído un libro para que a un servidor le comiencen a desaparecer las ganas de hacerlo (si es que las tenía antes, claro), supongo que debido a que pocas veces me encuentro con un producto que merezca la pena. Me quedan miles de libros maravillosos por leer y encuentro lamentable perder el tiempo en mediocridades.
Cuando me enfrento a una nueva novela, espero vivir con ella una gran experiencia, algo parecido a ver una gran película, que puede ser épica, de suspense o intimista, pero siempre esperas vivir una experiencia que de algún modo te sobrecoja. Al comenzar a leer el libro de Eloy Moreno, la sensación era más parecida a estar contemplando un reality, pero uno de segunda, en el que resulta más que evidente que los protagonistas no actúan tal como son, sino que están interpretando un papel, lo que viene a ser una mala película con argumento de segunda e intérpretes de tercera. La trama no destaca por nada en especial. Más que estar leyendo una novela, da la impresión de que una persona que no ha experimentado nada de especial te estuviera contando su vida, y además lo estuviese haciendo mal, porque los personajes son planos y estereotipados, sin visos de verosimilitud alguna.

Por supuesto, no he sido capaz de acabarlo, lo dejé cuando el Kindle indicaba que llevaba un 23%. Ahora bien, considerando el éxito que tienen los realities, no me extraña que este libro  se haya convertido en un best seller.