El hombre, en la superficie de la tierra, no tiene derecho a dar la espalda e ignorar lo que sucede en el mundo.

Fiódor Dostoievski (El jugador)

jueves, 30 de junio de 2011

Eutanasia política

Tuvo un cierto aire de última cena el debate sobre el estado de la nación. Sobre todo por la teatral despedida del presidente, que fue correspondida incluso por Rajoy, del que es bien sabido que no puede ver a Zapatero ni en retrato. Una despedida innecesaria, por más que fuera el último debate de la legislatura, ya que se supone que el presidente va a tener más ocasiones de acudir al parlamento, ¿o no?

Cuando uno se encuentra totalmente desahuciado, como es el caso, no tiene sentido alguno seguir prolongando una agonía tan innecesaria como dolorosa. ZP es consciente de que, cada minuto que retrasa su marcha, le supone merma de votos a su partido y, aunque le importe menos, puestos de trabajo perdidos y empobrecimiento general de la nación.

Además, está la cuestión de la extorsión que sufre gobierno a manos de los partidos de taifas cada vez que precisa sacar adelante una ley. Ya oímos pavonearse al portavoz del PNV, Erkoreka, a la puerta del congreso tras aprobarse la reforma laboral. Después se ha sabido que, aparte de lo que el ejecutivo podía admitir en público, CIU obtuvo la titularidad de los hospitales, y ahora también cabe conjeturar que la capitalía cultural de San Sebastián, un municipio regido por el brazo político de ETA, debe ser parte del precio político de la reforma.

Lo más conveniente para el país hubiera sido que, tal como apuntó Rosa Díez, ZP, además de despedirse, se hubiera marchado de una maldita vez, y así lo reclaman propios y extraños, aunque pueden apostar por que no aguantará hasta Marzo.

miércoles, 29 de junio de 2011

Caligrafía de los sueños

Si uno desconociera la obra previa de Juan Marsé y diera con este, su último título, bien pudiera pensar que tiene en sus manos una obra maestra. Nos enfrentamos a una historia colorida, narrada con envidiable destreza, unos personajes formidables, construidos a la perfección, y un soberbio final agridulce.

No obstante, un servidor ya ha leído con anterioridad otras obras del autor y, si bien esta última quizá sea la más redonda de todas, se parece demasiado al resto, en particular a “El Embrujo de Shanghai”, así como a la propia biografía del escritor.

No se puede negar que Marsé posee un gran talento como narrador, quizá sea el que más acopia de los escritores patrios en activo, si bien es lamentable que lo desperdicie escribiendo una y otra vez la misma novela con distintos títulos: esa historia intimista, ambientada en la Barcelona de posguerra, centrada en el tránsito del protagonista, que se rodea de personajes variopintos y un tanto estrafalarios, de la pubertad al gris mundo de los adultos.

Supongo que, cuando uno alcanza la edad de Marsé, se debe contemplar la adolescencia como una era casi mítica, más adornada por la nostalgia que tiranizada por la fidelidad de los recuerdos, y debe resultar difícil escapar a su hechizo; no obstante, alguien, quizá su agente o su editor, debieran aconsejarle que ya es hora de escribir algo diferente.

martes, 28 de junio de 2011

Sí pero no

Este miércoles, retomamos la limitación de velocidad de 120 km/h en autovías y autopistas. La anterior medida, que limitaba la velocidad máxima a 110 km/h, encarna el paradigma perfecto de ley “Zapatero”: provisional, cosmética, chapucera y de más que dudosa eficacia.
A pesar de llevar más de siete años en el poder, nuestro presidente todavía no ha logrado desprenderse de ese estigma de recién llegado y un tanto advenedizo; de ese aire de novato que, a cada momento, está obligado a demostrar (o al menos intentarlo, aunque sea en vano) que no se encuentra en el cargo por casualidad, incapaz de admitir que no sabe qué hacer o, simplemente, que no hay otra cosa que hacer que esperar a que escampe el chaparrón; de esa forma de gobernar dubitativa y de cara a la galería, en la que cada paso es ejecutado con vacilación y sin dejar de observar las reacciones para recular al menor indicio de descontento.
De ahí esas medidas apresuradas, improvisadas en el café previo al consejo de ministros, con las que pretende ilusoriamente convencer a sus cada vez menos numerosos votantes que el gobierno no se encuentra de brazos cruzados.
Por eso tenemos este ejecutivo de ahora sí y ahora no, de un pasito p’alante y un pasito p’atrás, del quiero y no puedo, de las buenas intenciones y las meras apariencias, de principios de boy scout y ramalazos de asaltaconventos.
ZP se encuentra sitiado: no le quieren los suyos, ni los ajenos, ni el capital. Es bien probable que ahora mismo, de no haber fallecido, no lo hubiera querido ni la madre que lo parió. ZP es un apestado, y eso no es lo peor, sino que todos lo saben, por eso los partidos de taifas le piden un precio cada vez más abusivo por los apoyos de los que precisa para sacar adelante cada ley, aunque no se molesten en disimular los escrúpulos e incluso hagan alarde de ellos.
ZP, con su pueril voluntarismo y sus medias tintas, ha sido el mandatario más dañino para el país de la historia de la democracia, pero ahora ya no sólo es un lastre, sino un cadáver político que está contaminando con su insalubre putrefacción todo a lo que se arrima.
Háganos un favor: márchese cuanto antes y descanse en paz.

viernes, 24 de junio de 2011

Histeria política

Si la semana pasada, tras los incidentes en las cortes catalanas, los portavoces de todos los partidos, así como sus voceros en los distintos medios, pedían la disolución a palo limpio del movimiento 15M, la presente, por arte de birlibirloque, los mismos agentes intentan acercar posturas con los indignados.

Encuentro especialmente pintoresca la mutación de Miguel Ángel Rodríguez, ex portavoz del gobierno Aznar, que, antes de las elecciones, perfilaba el movimiento como una oscura conspiración, similar a la que sirvió para encumbrar a ZP en el poder la jornada de reflexión tras los atentados del 11M, y ahora califica a los indignados como “gente de bien”.

Semejante (y simultáneo y diametral) cambio en discursos de todos los colores no puede ser en modo alguno casual, y, una vez más, viene a probar lo estúpido que se puede llegar a ser cuando se deja cegar el entendimiento por las encuestas y los sondeos de opinión.

Ni el movimiento 15M eran una panda de perros flautas y agitadores a sueldo de oscuros intereses, como pretendían hacernos creer apenas unos días atrás, ni ahora ejemplifican ese vector de regeneración democrática que habrá de refundar la sociedad.

Ayer, al igual que hoy, son un cúmulo de personas que apenas comparten su indignación con un sistema que es, en esencia, injusto, en particular con muchos de ellos, si bien no cuentan con otro fin que el de mostrar su indignación; por más que ahora se apresuren a formular idearios de coyuntura, es innegable que aquí se ha manifestado la acción antes de disponer de los objetivos que la justifiquen.

Por otra parte, no debemos perder de vista que los indignados son una minoría, numerosa y significativa, pero minoría, y, al igual que ellos niegan sentirse representados por los políticos electos, tampoco ellos representan al común de la ciudadanía, sino a ellos mismos, por lo que tampoco tienen derecho alguno a erigirse en vocales de un pueblo del que apenas son fracción.

Por último, aunque bellos y utópicos, la mayoría de sus postulados son vacuos, cuando no irrealizables. Su principal caballo de batalla, las listas abiertas, como ya hemos apuntado aquí, son ya un hecho en el senado y sólo sirven para que salgan elegidos los senadores cuyo apellido comienza por “A”. Ahora parecen querer rebelarse contra las directrices de la zona euro, como si nuestro país tuviera alguna opción de sobrevivir fuera de ella.

Y con esto no quiero decir que carezcan por completo de razón, pero la política es el arte de la pragmática, de obtener el mejor resultado posible con los medios que se dispone, y de poco sirve ladrar a la luna y pedir imposibles si no se aportan alternativas factibles y viables.

jueves, 16 de junio de 2011

Perder la razón por los modos

Con esto no pretendo afirmar que la razón esté de parte del movimiento 15M, pues, al menos para un servidor, las verdaderas aspiraciones de este grupo siguen siendo tan ignotas y arcanas como hace un mes, algo del todo previsible si consideramos que primero ha germinado el movimiento y, una vez constituido, ha habido que improvisar a toda prisa un ideario, esa razón de ser que justificara la reunión de indignados.

Tampoco pretendo afirmar que a los indignados les falten las razones para estarlo. Además sería absurdo, pues resulta evidente que para movilizar a tal cantidad de personas de todas las condiciones es imprescindible la presencia de múltiples y poderosas causas.

El movimiento 15M era una hermosa utopía, una manifestación espontánea y sincera del descontento popular, pero los sueños son como la ropa de mercadillo, hermosa en primera instancia, si bien el uso diario la torna en trapos viejos a los pocos días.

En todo caso, se antoja evidente que el movimiento ha sido contaminado por aquellos para los cuales cualquier excusa es buena para montarla, y, aunque sean una minoría, la imagen del 15M va a estar asociada por los restos a esta suerte de remake de “Asalto al distrito 13” que ha supuesto el sitio a las cortes catalanas.

Aunque en principio no tenga demasiado que ver, el acoso a Gallardón en su domicilio también es otra versión de la misma melodía: “Todo vale si nos juntamos los suficientes”.

Basta con la presencia de un puñado de descerebrados, menos de un centenar, para reventar cualquier iniciativa multitudinaria, pues son algo similar a un agente infeccioso, y las aglomeraciones su caldo de cultivo ideal. El movimiento 15M ha sido infectado, y la única forma de salvarlo es abandonar la actual política de actuaciones y refundarlo de otro modo, no me pregunten cuál.

Eso, o convertirse en el instrumento de un puñado de camorristas.

Columna publicada en El Soplón

miércoles, 15 de junio de 2011

Casa Quemada

Sin duda es interesante la lectura del libro de Edmundo Paz Soldán; no tanto por sus méritos literarios, que dejan algo que desear en lo que se refiere a la construcción de los personajes, sobre todo de los secundarios, sino como documento histórico, una excelente visión de las entretelas de esa completa desconocida que es en nuestro país Bolivia, nación de la que apenas sabemos las pintorescas ocurrencias de su pintoresco presidente, camarada de Chaves y azote de cuanto huela a España.

Tras su lectura, uno no llega a comprender, si bien al menos a entender en parte, por qué la mayoría de la población de un país parece haber enloquecido simultáneamente para nombrar a semejante mandatario.

martes, 14 de junio de 2011

El tumor Camps


El septiembre pasado, cuando Camps se veía obligado a acceder de forma vergonzante, por el sótano, a la sede de su partido, este seguro servidor lo calificaba de forúnculo. Los incidentes producidos frente a las cortes valencianas, el día de su constitución, prueban que este molesto grano ya ha degenerado en tumor, un bulto maligno que, cuanto más tiempo pasa, se va tornando mayor y más dañino.
A estas alturas, a su jefe (¿jefe?), léase Rajoy, no debiera importarle si Camps es un corrupto en toda regla, o apenas tan estúpido como para aceptar unos trajes encontrándose en su posición, máxime con el ejemplo que le ha dado la dirección de su propio partido en la comunidad de Madrid, donde, preventivamente, se cercenaron todas las cabezas sobre las que pendían indicios razonables de corrupción.
Mientras siga en su cargo, Camps supondrá un estigma permanente, un recordatorio infamante por el que el que su partido deberá agachar la cabeza cada vez que se mente la palabra corrupción. Pero no solo eso, sino que el caso Camps ha sido la prueba fehaciente del modo de obrar de Rajoy ante este tipo de problemas: no hacer nada y esperar que se resuelvan solos, praxis que no le postula como un candidato demasiado apetecible para gobernar el país.
Es cierto que frente a él tendrá al candidato más quemado de la historia de la democracia, el mismo que muele a palos a los indignados de Valencia y deja campar por sus fueros a los de Madrid, también que su antecesor le ha dejado el listón tan bajo que se antoja imposible no superarlo, pero no menos cierto que Rajoy no encarna el ideal de persona íntegra, resuelta e indoblegable que se precisa para sacar al país del hoyo en el que se encuentra.
Columna publicada en El Soplón

jueves, 9 de junio de 2011

Mancha o borrón

En los últimos días y gracias al traspaso de poderes en Castilla la Mancha, la crónica política cada vez se parece más a esos programas que señorean a cualquier hora en la parrilla de Tele5, una suerte de wrestling mediático donde los estudios se convierten en improvisado ring o una pelea de patio de vecinos.

También, por qué no, a un vodevil, pues la cosa tiene su morbo, incluso a una de esas comedias de Alfonso Paso donde el cadáver, en este caso un muerto en forma de papeles fugitivos y supuestamente triturados, aparece y desaparece en cada rincón de la casa.

Al ciudadano de a pie, la impresión que le queda de todo este zipizape es que a los políticos profesionales, en cuanto que les das la mínima ocasión, hacen del cargo su cortijo, cuando no su particular sierra Morena.

Como dijo Lord Acton: El poder tiende a corromper y el poder absoluto corrompe absolutamente. Para desgracia del ciudadano, el poder en algunas administraciones parecía haberse perpetuado, incluso se había vuelto hereditario, y cada mandatario (o mangatario) saliente dejaba situado el puesto a su delfín y colocaba a legiones de deudos y familiares en envidiables cholletes, obrando como un generoso mecenas con cargo al dinero de nuestros impuestos.

El político, no importa el color, es un artículo perecedero y, a poco que le dejes en el cargo, acaba viendo a sus votantes como súbditos, si no como ganado aborregado al que hay que conducir en contra de su voluntad por su propio bien, y cualquier prebenda le parece poca en compensación a las servidumbres del puesto, por lo que el mandato debiera llevar impresa la fecha de caducidad, como los yogures, para eludir colmar las instituciones de podredumbre.

No obstante y ante todo, lo que más debiera indignarnos es que toda esta pléyade de reyezuelos de taifas haya tirado el dinero público a espuertas y no merezca más castigo que el perder el cargo, eso sí, gozando de unas generosas pensiones y disfrutando de un retiro dorado en el consejo de administración de alguna de las empresas a las que beneficiaron durante el mandato.


Columna publicada en El Soplón

jueves, 2 de junio de 2011

El Prestige socialista


Ni por asomo piensen que pretendo afirmar que el PSOE haya ganado prestigio, más bien al contrario, sino que el movimiento 15-M va a suponer para el binomio ZP-Rubalcaba lo que la mancha de chapapote para Aznar-Rajoy: una erosión continua e incesante del partido en el poder.

No existe una oscura mano tras este fenómeno, como han tratado de hacernos creer algunos de los políticos y tertulianos a sueldo de la derecha más radical, los habituales de la teoría de la conspiración, y, aunque los estandartes de la progresía (IU y sindicatos), hayan tratado de arrimar el ascua a su sardina, una vez más han demostrado que, lejos de liderar la sociedad, como sería su propósito, se encuentran bastantes pasos tras ella.

Una población con cinco millones de parados, donde se auxilia a los bancos y se desasiste al ciudadano de a pie, por fuerza debe reventar por algún lugar, y el 15-M es nuestro particular descosido.

¿Qué pretende el movimiento? Ni ellos mismos los saben. Por supuesto que han brotado entre ellos, como setas tras la lluvia, algunos ideólogos, que han elaborado listas repletas de declaraciones bienintencionadas, si bien su propia autodefinición: indignados, brinda una aproximación más fidedigna a la verdad, millares de personas aplastadas por una realidad abrumadora e injusta, que deciden manifestar su descontento del único modo a su alcance.

El delfín Rubalcaba, de forma interesada y un tanto ingenua, ha hecho una pésima gestión del problema. Si, al día siguiente de la acampada, les hubiera recibido en su despacho para escuchar sus demandas y hubiera constituido de inmediato una comisión oficial para estudiarlas (la forma más inexorable de echarlas a saco roto), este movimiento se habría disuelto antes de las municipales.

En su lugar, se ha limitado a permanecer de brazos cruzados, quizá con la vana esperanza de que esta manifestación espontánea supusiera el milagro que los librara del más que seguro desastre electoral, y ahora ha dejado crecer la bola de nieve hasta un punto en el que es imposible de manejar.

Para remate, en un summun de imbecilidad y ceguera política, sus amigos catalanes incurren en la bajeza moral e insensibilidad deleznable de desalojarlos de malas maneras por un maldito partido de fútbol, torpeza que ha determinado que el movimiento, que comenzaba a languidecer por el mero efecto del tiempo, haya multiplicado sus fuerzas.

En este punto, cabe preguntarse qué hará Rubalcaba: lo mismo que hasta ahora, nada, o lo que es lo mismo: esperar que el problema se solucione sólo y quizá cantar “que llueva, que llueva, la Virgen de la cueva”, rezando para que la meteorología acabe con el ánimo de los contumaces acampados, ajeno al hecho de que, no sólo está cavando su tumba política, sino que él mismo se está encargando de echarse tierra encima para sepultarse, ufano de haberse librado de Chacón y como si el paraguas de las primarias pudiera librarle del alud que se le viene encima.

(Columna publicada en El Soplón)

miércoles, 1 de junio de 2011

Primarias de Playmobil

A pesar de la renuncia de Chacón, insiste el PSOE en celebrar primarias, como si pudiera presentarse alguien que no fuera un ingenuo integral que aún creyera en los milagros o algún meritorio que oficie de sparring para mayor lucimiento del actual vicepresidente en estas primarias de opereta.

Rubalcaba cuenta con el poder de representar ahora mismo la mano fuerte del gobierno, así como con el apoyo del aparato y de la vieja guardia de felipistas y guerristas. Toda una sin par conjunción planetaria, a la que apenas le resta un pequeño detalle para ser perfecta: el apoyo del votante.

No duden que se van a celebrar primarias, aunque sea el único candidato y tenga que verse obligado a ser el protagonista de este monólogo o bufonada, pues supone un excelente medio de hacerse con unos minutos diarios de publicidad gratuita en medio de los noticiarios mientras dure el proceso, y vivimos en un mundo de apariencias, donde lo importante es el decorado y resulta irrelevante que se represente una farsa o una tragedia.

También, como no, para revestir con un camuflaje de legitimidad lo que en realidad ha sido una designación a dedo.

Y lo peor de todo es que les seguimos el juego.