El hombre, en la superficie de la tierra, no tiene derecho a dar la espalda e ignorar lo que sucede en el mundo.

Fiódor Dostoievski (El jugador)

lunes, 29 de septiembre de 2008

Que paguen los de siempre

A lo largo de los últimos años, nos hemos acostumbrado a que, una y otra vez, las cifras de resultados de las entidades financieras arrojasen cifras record. Ahora, cuando se descubre que lo que creíamos recias fortalezas no eran más que castillos de naipes, parece ser que le va a tocar pagar la cuenta de la juerga al de siempre, al sufrido contribuyente. En EEUU, van a salir a razón de 4.000$ por barba, y enEuropa ya se empiezan a rumorear intervenciones similares.

No voy a entrar a discutir si esto es necesario o no, pues no soy un experto y además me consta que el derrumbamiento del sistema bancario sería lo peor que le podría pasar a nuestro modelo económico, pero no deja de ser una injusticia clamorosa que cuatro se hayan enriquecido inmoralmente y al pobre ciudadano con un sueldo –el que de verdad sustenta al fisco– le toque siempre perder.

viernes, 26 de septiembre de 2008

Quiero ser mujer florero

– ¡Qué niña tan linda! ¿Y tú que vas a ser de mayor, guapa?
– Quiero que todo el mundo me admire, que todos estén pendientes de mis palabras, aunque no diga más que obviedades o disparates, que me vistan los mejores diseñadores y salir a todas horas en la tele.
– ¡Qué encanto! Tan pequeña y ya aspira a ser artista.
– ¿Cómo que artista? Yo lo que quiero ser es ministra de igualdad.

jueves, 25 de septiembre de 2008

Me lo diga Usted en la calle

La última salida extemporánea de la ministra de fomento no (sólo) es una demostración de sus modos barriobajeros y de su poca altura moral e intelectual, sino una prueba más de la patente incompetencia de ZP, que, en vez de haberla adjudicado la cartera de fomento, debía haberla puesto al frente de defensa, algo mucho más apropiado para sus modales cuarteleros y su aspecto, no se sabe si de sargento chusquero o bulldog enrabietado.

martes, 23 de septiembre de 2008

Las máscaras de Prada

No es facil imaginar que una persona con un aire tan serio, sesudo y circunspecto como Juan Manuel de Prada pueda haber escrito un libro como “Las máscaras del héroe”.

Si calificase esta novela como monumental, sin duda me quedaría corto, pues se trata de una obra ciclópea y megalomaníaca, una suerte de pirámide de Keops literaria. Pero lo que más trabajo cuesta creer es que este libro haya sido publicado cuando el autor era un mozalbete, apenas veintiséis años, pues cualquiera que lo leyese sin saber quién es el mismo supondría que se trata de un catedrático sesentón con un ejercito de becarios a sus ordenes para realizar la ardua tarea de investigación y documentación.

La historia en sí es un colorido (y un tanto esperpéntico) retrato de la bohemia, relatado en primera persona por un personaje de ficción, Fernando Navales, un crápula y calavera sin escrúpulos, aunque el verdadero eje de la misma es Pedro Luis de Gálvez, escritor bohemio, excéntrico y excesivo por excelencia. Tan sólo la carta inicial de este al director de prisiones merecería un libro aparte. A lo largo de la trama realizan notables cameos buena parte de los escritores de las generaciones del 98 y 27, así como gran número de personajes célebres de la época, conformando un argumento ágil y sumamente divertido. La prosa del autor es exquisita, quizás un tanto prolija y florida, pero sin caer en la afectación o el barroquismo, algo que lleva de nuevo a causar extrañeza, dada la edad del autor. La única circunstancia que podría inducir a sospechar de este particular es su excesiva afición por los episodios venéreos.

Con este, el primer libro que leo del autor, ha conseguido ganarme como lector incondicional. Animo a cuantos quieran pasar un buen rato (bien largo, casi seiscientas páginas) a que acometan su lectura.

lunes, 22 de septiembre de 2008

Unidos por el EURIBOR

Lo acaba de decir un estudio (siempre, por exótico que pueda parecer el tema, hay un grupo de gente desocupada dispuesto a realizar un estudio sobre él): lo que nos une a nuestra pareja ya no es el amor, ni siquiera el sexo; tampoco la pasión por los hijos (los que de verdad sufren en las separaciones) sino el dichoso EURIBOR. Parece ser que el número de divorcios ha disminuido y la razón no es otra que la imposibilidad de pagar la letra de la vivienda conyugal y además costarse otra.

No es de extrañar ese aire místico y recogido que muestran los notarios cuando te reciben en su despacho, esa entonación de plegaria, casi letanía, con la que leen los contratos antes de su firma, pues son de sobra conscientes de que ellos, y no los curas, son los vicarios del Señor en la tierra, y de que lo que ellos unen queda bien atado, quizás no para siempre, pero sí durante un buen número de años, y sin riesgo de que el desamor, la rutina o una rubia de curvas imposibles lo malogre.

Acude a mi cabeza un eslogan, un tanto cursi, muy en boga en las joyerías hace unos años: “Hoy te quiero más que ayer, pero menos que mañana”. A esto cabría ahora añadir: “(EURIBOR + 0.75)”

PD: A.P.A. te dedico esta entrada, en tu condición de banquera aplicada.

lunes, 15 de septiembre de 2008

Un hombre en la oscuridad

Mentiría si dijese que no me ha decepcionado la última entrega de Paul Auster. Aunque el autor hace gala de su característica prosa hipnótica, con la que es capaz de atraparte aunque se limite a narrar cómo el protagonista envuelve un bocadillo, me veo obligado a afirmar que este es uno de esos casos en los que, partiendo de un planteamiento sublime, se acaba con un final absolutamente piojoso (como afirmaba Javier Pérez en el caso del Club Dante).

El arranque del libro es canónicamente “austeriano”; un articulista y crítico literario jubilado, dolorosamente viudo y casi inválido a causa de un accidente de tráfico, convive con su hija, abandonada por su esposo, y su nieta, cuyo novio ha sido asesinado en Irak: tres barcos desarbolados y a la deriva que coinciden al embarrancar en la misma playa. El articulista, que padece insomnio, por las noches se dedica a inventar una historia en la que un hombre es arrebatado de su “realidad” y aparece en otra paralela, en la que los Estados Unidos no están embarcados en la guerra de Irak, sino enfrascados en una contienda civil secesionista. Al protagonista de esta segunda trama, le encomiendan matar a un hombre (que, aunque desde del principio ya se sospecha, a mitad del libro se confirma que es el propio articulista inválido) para que la guerra civil deje de existir.

Este argumento, complejo y de múltiples ramificaciones entrelazadas, casi neuronal, sello de la casa, acaba siendo resulto de un modo chapucero, apresurado y de forma que le priva de sentido al resto de la trama, haciendo que el libro resulte ser un camino que no lleva a ninguna parte. Cuando uno anhelaba con ansia descubrir cómo Auster conseguía encajar este rompecabezas (lo cierto es que esperaba algo a la altura de Vértigo), él se limita a matar al personaje inventado, que el articulista le cuente a su nieta sus amores de juventud y se acabe el libro, sin más.

Se diría que el autor acabó sin fuelle, o llegó a un callejón sin salida, y terminó presuroso el libro presionado (a punta de pistola, o algo peor) por su agente, o que fue concluido por uno de sus negros menos talentosos, en una mañana de resaca y deseoso de marcharse de vacaciones.

Si he de ser sincero, me da la impresión de que el Auster que tanto me deslumbró en sus comienzos cada vez se va volviendo más opaco, tal vez por los efectos acomodaticios de la fama. Quizás no sea ajeno a este hecho el de que haya simultaneado la lectura de este libro con “Las máscaras del héroe”, de J.M. de Prada, y, aunque las comparaciones siempre sean odiosas, en este caso son particularmente despiadadas, máxime teniendo en cuenta el asombroso hecho de que el español publicase este libro con tan sólo veinticinco años. También puede ser que uno se vaya volviendo cada vez más exigente, es posible que demasiado (miedo me da releer mis antiguos escritos).

Como concusión, cabría decir que, aunque se trata de una novela que se lee con comodidad, incluso agrado, en la opinión de este humilde servidor el libro no vale el dinero que se paga por él ni es uno de los que volvería a releer. Si sienten curiosidad, sáquenlo de la biblioteca.

Un premio

Me acabo de enterar, gracias a un mensaje de mi “primo” lejano y estupendo escritor, Ernesto Ortega Garrido, de que me han concedido el Premio Internacional de Pensamiento del Concurso Internacional de Microtextos "Garzón Céspedes" 2008.

No deja de tener gracia que nada más me premien microtextos cuando lo mío es la novela, y que además me hayan galardonado ahora, cuando apenas concurso, ya que el escaso tiempo que consigo robarle al sueño y otros menesteres lo dedico a corregir mi tercera novela.

Aunque el premio no tiene dotación económica alguna, no deja de colmarme de alegría y satisfacción, ya que en esta afición tan ingrata, en la que uno cosecha tantos sinsabores y el único poso agradable agradable que suele quedar es la propia dicha que produce el trabajo en sí, cualquier pequeña gota se celebra como chaparrón sobre tierra reseca.

Como sé que algunos (en particular familiares y amigos) me van a reclamar el texto premiado, sobre todo porque es poco más de una línea y se puede leer sin temor a la fatiga ocular, al esguince de córnea o al desprendimiento de retina, lo reproduzco aquí:

“Viajero: quien entiende la vida como la búsqueda de la mayor distancia entre dos puntos.”

Noticia en Canal Literatura

miércoles, 10 de septiembre de 2008

Cateados en septiembre

De nuevo, el informe de la OCDE ha vuelto a suspender a la educación española; y lo peor de todo no es esto, que ya es bastante malo, sino que este hecho no nos sorprenda en absoluto y, aún más lamentable, que nadie se rasgue las vestiduras a causa de ello.

Es cierto que los últimos gobiernos han hecho demasiados experimentos con la educación, en general poco provechosos, que muchos la han empleado como un arma arrojadiza y algunas autonomías como un instrumento para realizar proselitismo, que muchos padres contemplan los centros educativos como una suerte de guarderías y que la educación (la de los buenos modos) de nuestros estudiantes ha sido descuidada por los progenitores y, en general, deja bastante que desear, pero el problema de fondo no es ninguno de los anteriores, sino el poco respeto (de estima mejor no hablamos) que la educación inspira en la sociedad española.

En tiempos no muy lejanos, la educación era uno de los principales factores a la hora de determinar el prestigio social, si bien primero la cultura del pelotazo, después los “realities” y su exaltación del mamarracho y para terminar la deleznable moda del “bulling” grabado en el móvil y colgado en Youtube, han convertido los estudios en un fin poco apetecible y a las personas que los cursan en poco menos que unos “frikis”.

El verdadero problema es que no se quiere estudiar, y los centros educativos se han convertido en algo similar a centros de confinamiento.

A ver quién es el guapo que cambia esto.

lunes, 1 de septiembre de 2008

El disparate autonómico (y II)

Esta mañana escuchaba en la radio que tan sólo con la suma de los importes que figuran en los flamantes estatutos de Cataluña, Andalucía y Valencia, se llega al 74% del total del presupuesto autonómico. En una mesa con 17 comensales, al servir tercero ya casi nos hemos quedado sin melón.

Y es que, con la financiación autonómica, el gobierno se ha comportado con una irresponsabilidad inverosímil para alguien que tenga un mínimo sentido de estado (o que aspire a estar en el poder más de cuatro años). Para ser exactos, su comportamiento ha sido del todo semejante al de un jugador borracho que ha pasado una noche loca firmando pagarés por todas las mesas del casino y, al día siguiente, en plena resaca, se encuentra que se ha endeudado por mucho más de lo que alcanzará nunca su patrimonio.

Eso sí, a talante nadie nos gana.