El hombre, en la superficie de la tierra, no tiene derecho a dar la espalda e ignorar lo que sucede en el mundo.

Fiódor Dostoievski (El jugador)

lunes, 24 de octubre de 2011

Vivir como un Dios, morir como una rata


Perecer a manos de una turba iracunda es algo que no se le puede desear ni siquiera a un tirano sanguinario y execrable como Gadaffi, si bien es de justicia reconocer que el dictador libio se ganó a pulso su suerte.
Y no se trata tan solo de que haya sojuzgado a su pueblo durante cuatro décadas o que haya reprimido con mano de hierro cualquier disidencia; tampoco porque se haya permitido excesos como contar con una guardia de corps compuesta por 200 vírgenes o alojarse en una tienda de seda digna de las mil y una noches en sus desplazamientos por el extranjero pocos años atrás, cuando era considerado un amigo de occidente y no el enemigo público número uno, tras la caída de Bin Laden.
Gadaffi ha tenido múltiples ocasiones de dejar el poder honrosamente, y alguna más de hacerlo preservando el pellejo, pero las ha despreciado todas. Desde que la OTAN apoyara con decisión a la insurgencia, sus horas estaban contadas, y, a despecho de todo razonamiento, se empeñó en perpetuar un terrible y sangriento declive del régimen.
Por todo lo citado, no es de extrañar que haya encontrado su final como una pieza de caza: humillado, abatido y expuesto. Y los gobernantes occidentales no pueden aplaudirlo, pero respiran aliviados.

lunes, 17 de octubre de 2011

Admitimos Rubalcaba como animal de compañía



Eso sí, después de las declaraciones que ha perpetrado  este fin de semana, atado y con bozal.
Cuando el candidato socialista afirmó sin pudor alguno: “Si esperamos a que Dios mande indicaciones económicas, vamos listos", debía pensarse que se encontraba en el bar del congreso con el tercer güisqui en la mano. No se puede ofender a más de la mitad de la población, delante de micros y cámaras, y después aspirar a presidir la nación.
Rubalcaba encarna a la perfección lo que el saber popular denomina “un cabo latiguero”, un tipo despiadado a quien nada se le escapa y que fustiga inmisericorde a diestro y siniestro, y lo último que debe hacer alguien así es meterse a chistoso, porque sus chuscas ocurrencias, maldita sea la gracia,  levantan ampollas a todos salvo a los cuatro acólitos que están obligados a reírselas.


Columna publicada en El Soplón

jueves, 13 de octubre de 2011

Por unos palmos de tela


Contemplo con estupor en las noticias que un ex concejal de Masquefa atropelló a dos vecinos por retirar una bandera de España que él acababa de colocar frente al ayuntamiento. Pero me dejan aún más atónito las declaraciones de uno de los atropellados, que calificaban a la causa de la discordia como “bandera trampa”, y afirmaba, indignado, que él había caído en ella.

Muy mal están las cosas si una bandera nacional, amparada por la constitución que nos rige a todos, supone una provocación de tal calibre que ningún vecino puede sustraerse a ella. Volvemos de nuevo a esas historias de opereta y España profunda (en este caso Cataluña profunda), dignas de protagonizar una película de Berlanga.

Poco futuro le auguro a Europa con esta mentalidad: se supone que debiéramos sentirnos ciudadanos europeos y después del mundo, pero cada vez nos vemos más infiltrados por el espíritu de la taifa, ese estúpido afán de sentirnos diferentes del resto por algo tan nimio como haber nacido unos kilómetros más allá de un lado u otro.

Estas son las consecuencias de la creciente radicalización nacionalista auspiciada y alimentada por el mercadeo de favores con unos y otros en el parlamento nacional: dos ciudadanos corrientes a los que la mera vista de la enseña nacional les supone una afrenta intolerable, y un ex concejal dispuesto a atropellarles por ello. Esto viene a probar que hablar de nacionalismo moderado es una antinomia, así como que toda doctrina política que se base en la diferenciación geográfica constituye una clara lacra para la sociedad, máxime si les permitimos hacer de los centros de enseñanza sus sedes de implantación ideológica o lavado de cerebro, llámese como se quiera.

lunes, 10 de octubre de 2011

Peres y peras



Se ve que, bien el calentón preelectoral, bien este impropio y tórrido comienzo otoñal, evaporaron el seni de Duran i Lleida, y no se le ocurrió otra cosa que afirmar que la fruta de los payeses catalanes se pudre en los árboles porque los agricultores andaluces y extremeños se funden el subsidio del PER en el bar.
 No es la primera vez que escucho esta falacia (que los impuestos de los catalanes pagan los vicios la mitad sur de España) en boca de un catalán, pero sí la primera que un político de cierta enjundia y que no sea un zumbado de Esquerra se atreve a sumar su nombre a lo que es evidente que constituye un sentir, no me atrevería a decir mayoritario, pero sí de una notable popularidad en Cataluña. Los nacionalismos, a falta de otra doctrina, por fuerza han de nutrirse de estas mentiras.
Más que el hecho en sí de que el Sr. Roca piense esta barbaridad, lo que de veras me sorprende es que se muestre tan torpe como para manifestarlo delante de cámaras y micrófonos: hay ciertas incorrecciones políticas implícitas en cada ideología, si bien, en un país donde la política es el arte del embuste y la apariencia, jamás se pueden formular abiertamente.
No obstante, lo que resulta incluso más asombroso es que esta diarrea verbal del Sr. Roca haya servido, por vez primera y sin que sirva de precedente, para que  PSOE, PP e IU de Andalucía se ayunten en un ménage à trois tan antinatural y aberrante para solicitar su reprobación, que solo cabría imaginar posible si se tratara de una cuestión vital para el destino de la región, como subirse el sueldo al comienzo de la legislatura.


Columna publicada en El Soplón

lunes, 3 de octubre de 2011

Adiós a Jauja


En menos de un año, desde que Obama y Merkel metieran en cintura a ZP, hemos pasado de vivir en el estado del bienestar a padecer el estado de indigencia. Como prueba, los tijeretazos que están sufriendo la educación madrileña o la sanidad catalana, por no hablar del agujero negro manchego. Es cierto que todos hemos vivido y gastado por encima de nuestras posibilidades, pero es de justicia reconocer que en esa fiebre derrochadora se han distinguido muy especialmente las administraciones locales y autonómicas.
Aunque políticos de uno y otro signo prometan lo contrario (por más que el calendario afirme otra cosa, hace tiempo que nos encontramos en plena campaña electoral), resulta imprescindible, si es que se quiere recortar de veras, pegar tijeretazos tanto a la sanidad como a le educación, pues en ellas es donde se va la parte del león de los presupuestos. Lo que no era imperativo era recortar como se está haciendo, siempre apuntando al objetivo más fácil y evidente.
Aunque resulte una obviedad, lo urgente raras veces coincide con lo importante y casi nunca con lo aconsejable. Pero claro, si se pretende recortar de un día para otro, no queda otro remedio que hacerlo con el dinero que se tiene más a mano: el sueldo de los funcionarios y los pagos a proveedores. Es innegable que padecemos un estado sobredimensionado y derrochador, en el que se pueden realizar infinidad de ajustes sin mermas en el servicio, pero que deben ejecutarse como resultado del análisis y la planificación, no como dictado de la improvisación y las prisas.
En todo caso, estos recortes administrativos van a tener como consecuencia una nueva oleada de desempleados, con miles de interinos y ex beneficiarios de cargos de libre designación en la calle, y, si la lucha contra la crisis se limita a meter la tijera, no vamos a lograr otra cosa que profundizar la hondura de la crisis.
Tiene razón Obama cuando critica la actuación de Europa. Aunque nos hagamos los dignos y le recordemos que el causante de que se hundiera Lehman Brothers y así se desencadenara la crisis financiera mundial fue la administración americana, lo que precisa una economía como la nuestra es una política keynesiana en la que, aunque se recorte el gasto corriente de la administración, se realice un esfuerzo inversor en infraestructuras que actúe como catalizador de la reactivación.
Eso, o felicitarnos por haber contenido el déficit de una economía muerta


Columna publicada en el Soplón