El hombre, en la superficie de la tierra, no tiene derecho a dar la espalda e ignorar lo que sucede en el mundo.

Fiódor Dostoievski (El jugador)

jueves, 13 de octubre de 2011

Por unos palmos de tela


Contemplo con estupor en las noticias que un ex concejal de Masquefa atropelló a dos vecinos por retirar una bandera de España que él acababa de colocar frente al ayuntamiento. Pero me dejan aún más atónito las declaraciones de uno de los atropellados, que calificaban a la causa de la discordia como “bandera trampa”, y afirmaba, indignado, que él había caído en ella.

Muy mal están las cosas si una bandera nacional, amparada por la constitución que nos rige a todos, supone una provocación de tal calibre que ningún vecino puede sustraerse a ella. Volvemos de nuevo a esas historias de opereta y España profunda (en este caso Cataluña profunda), dignas de protagonizar una película de Berlanga.

Poco futuro le auguro a Europa con esta mentalidad: se supone que debiéramos sentirnos ciudadanos europeos y después del mundo, pero cada vez nos vemos más infiltrados por el espíritu de la taifa, ese estúpido afán de sentirnos diferentes del resto por algo tan nimio como haber nacido unos kilómetros más allá de un lado u otro.

Estas son las consecuencias de la creciente radicalización nacionalista auspiciada y alimentada por el mercadeo de favores con unos y otros en el parlamento nacional: dos ciudadanos corrientes a los que la mera vista de la enseña nacional les supone una afrenta intolerable, y un ex concejal dispuesto a atropellarles por ello. Esto viene a probar que hablar de nacionalismo moderado es una antinomia, así como que toda doctrina política que se base en la diferenciación geográfica constituye una clara lacra para la sociedad, máxime si les permitimos hacer de los centros de enseñanza sus sedes de implantación ideológica o lavado de cerebro, llámese como se quiera.

No hay comentarios: