El hombre, en la superficie de la tierra, no tiene derecho a dar la espalda e ignorar lo que sucede en el mundo.

Fiódor Dostoievski (El jugador)

lunes, 30 de noviembre de 2009

¿Juvenil?

Partiendo de la asunción de que un servidor ignora qué premisas debe cumplir una novela para ser considerada juvenil, no acabo de entender que “El asunto Galindo”, el último libro de Fernando Lalana, sea englobado en esta categoría.

Comencé a leer el libro en una biblioteca pública, mientras que acudía con mis hijos a un cuentacuentos, porque se exhibía en el expositor de novedades y me llamó la atención la portada. Al final, me enganchó, y no lo he terminado del tirón porque uno debe hacer frente a las responsabilidades familiares. Se trata de una novela negra, construida con precisión e infundida de un permanente y siempre dosificado sentido del humor. Algunas de las deducciones del protagonista, demasiado alambicadas, al estilo Conan Doyle, hubieran estado de más, pues la historia no las precisa, si bien supongo que habrá a quienes le guste este tipo de filigranas.

Es cierto que en la novela no aparece sexo explícito, ni violencia gratuita, pero hay un asesinato (ejecutado por una sicaria profesional, madre de tres hijos, uno de ellos discapacidado, detalle que parece justificar su exculpación moral, ya que se sale de rositas) y el finado es seropositivo. No me voy a erigir en abanderado del puritanismo y el libro me ha parecido excelente, pero no representa el paradigma del tipo de lectura que yo recomendaría a un adolescente.

Por cierto, desde la página del autor, se pueden descargar, de forma gratuita, unas cuantas de sus novelas.

Grupo de riesgo

Varón, relativamente joven y que vive, sin contraer matrimonio, con su pareja y los hijos de esta, fruto de una relación anterior.

Este perfil no describe a un sujeto proclive a sufrir alguna exótica variedad de enfermedad profesional o degenerativa, sino a alguien expuesto a ser linchado por la opinión pública en cuanto que planee sobre el mismo la menor sospecha de malos tratos (ni siquiera se precisa una denuncia).

Está bien que la sociedad se sensibilice respecto a ciertas conductas, pero no estaría de más que permitiésemos que fuesen los jueces los encargados de administrar la justicia, y que esta fuera igual para todos.

viernes, 27 de noviembre de 2009

Dos años no son nada

El pasado día 23 se cumplieron dos años de la inauguración del blog con esta entrada. Entonces, la ahora extinta editorial Maghenta me anunciaba que iba a acometer (quizás debiera decir perpetrar) la publicación de mi ópera prima, “Sombras chinescas”,y estrené este blog con el mezquino (e ilusorio) propósito de promocionar el libro. Ironías del destino, un año más tarde la citada editorial me anuncia la suspensión de su actividad, así como que mi libro se queda en el camino; no obstante, este blog, como todas las criaturas, ya había adquirido entidad y personalidad propias, y prosiguió su andadura.

Lo más gratificante de la experiencia, y a la vez lo más desconcertante, son ustedes, los lectores que acuden a esta página desde los confines del planeta. Apenas un puñado acostumbran a dejar aquí sus opiniones y constancia de su identidad, pero resulta admirable la fidelidad de buena parte de mis visitantes asiduos, en su mayoría anónimos.

Esta entrada va por Uds.

Sospechas

Admito mi condición de malpensado irredento, pero toda unanimidad siempre me ha resultado sospechosa. Y da que pensar el hecho de que esta manifestación “espontánea” del sentir popular haya aflorado justo ahora, tras las declaraciones de Montilla. Todo este revuelo no puede significar otra cosa que en el constitucional se está fraguando una sentencia que no le va a gustar a ninguno de los que ahora se rasgan las vestiduras.

Y que conste que no me parece mal que, mediante la opinión pública (no mediante otros medios opacos e inconfesables), se presione al constitucional, así como a cualquier otro órgano del estado; lo que considero imperdonable es que se hayan producido las filtraciones que desatan esta algarada.

Y lo más gracioso de todo es que el argumento de mayor peso a favor del estatuto es el hecho de que haya sido aprobado por referéndum (en el que apenas votó un 30 % de los ciudadanos catalanes). De igual modo, se podría convocar un referéndum en el pueblo de mi esposa (Aveinte, Ávila) para que el arroyo Aldeanueva (por el que sólo he visto correr el agua este invierno) sea navegable; y, si triunfa el sí, que nadie ose oponerse a la voluntad popular y democrática.

jueves, 26 de noviembre de 2009

¿A cuánto va el kilo de novela histórica?

A doscientos señora, pero, en confianza, yo le recomendaría esta novela de suspense con sectas milenarias de por medio, que está mucho más en boga, o esta otra de la guerra civil, que siempre viene bien tener como fondo de biblioteca.

Pues sí, señores, así es como mercadean con los derechos de autor los grandes sellos, apenas con una sucinta reseña del contenido y poco más. Y “rápido, rápido”, que si no se la queda otro. Y no lo afirmo porque me lo haya referido X, cuya mujer tiene un primo que…, sino porque lo narra en primera persona Pilar Reyes, la archipreboste de Alfaguara, que reconozco que demuestra la sensatez de asumir el sistema, pero sin evitar una mirada irónica y lúcida. Léanlo aquí.


Sin duda, lo mejor de todo es la opinión de Enrique Redel (supongo que debe tratarse del editor de Funambulista), que postula tan campante: “Claro está que luego el libro tiene que estar bien escrito, pero eso, como el valor en la mili, se presupone.” ¿Qué significa estar bien escrito? ¿Haberlo hecho con buena letra? ¿Que no tenga faltas de ortografía?

¿De verdad alguien pude estar convencido de que una breve sinopsis puede definir a un libro? Qué me dicen, entonces, del caso más notorio, el de las versiones cinematográficas, en las que contando, no ya sólo con una misma sinopsis, sino con un guión casi idéntico, palabra por palabra, encontramos resultados tan dispares.

Y sí, ya sé que se percataron de quién era la voz discordante.

miércoles, 25 de noviembre de 2009

Rara avis

¿Cómo se ven a sí mismos los escritores, esa rara especie que acostumbra a tener una opinión (o al menos algo que contar) sobre casi cualquier cosa?

”Los escritores son todos unos proxenetas. Prostituyen lo que ven y a la gente que conocen y le dan una vida nueva en un libro, negro sobre blanco”.
(Raymond Chandler)

"Aunque soy hombre de letras, no debéis suponer que no he intentado ganarme la vida honradamente".
(George Bernard Shaw)

“Ser escritor significa tener un gran talento para soportar el rechazo”.
(Mario Jurisch)

martes, 24 de noviembre de 2009

¿Insobornable?

Sobornar.
Del lat. subornare.
1. tr. Corromper a alguien con dádivas para conseguir de él una cosa.


Con este adjetivo calificó Montilla a esa suerte de criatura bastarda (con mil padres y ninguna madre) que es el estatuto.
Admito que podría considerarlo injusto, inmoral o incluso infumable, pero nunca insobornable.

Este charnego, metido a adalid de causas centrífugas y con el furor propio del converso, sin duda ha olvidado el buen uso del lenguaje.

lunes, 23 de noviembre de 2009

En loor de multitudes

Este fin de semana, harto de ser abucheado por antidemócratas y antipatriotras, ZP se montó una chupifiesta para recibir el calor de sus incondicionales, algo no muy distinto de lo que hizo Rajoy hace unos días.
A este seguro servidor, los gestos citados le resultan patéticos (casi los encontraría cómicos de no ser porque al final es el contribuyente el que paga el sarao), y le traen a la cabeza otros tiempos y otros regímenes.

domingo, 22 de noviembre de 2009

El vecino de abajo

Esta novela, de Mercedes Abad, es otro más de los libros que se me caen de las manos antes de concluirlos, en este caso en la página noventa y tres.

Admito que me aproximé al texto con recelos, pues siempre me han inspirado una confesa animadversión todos aquellos que, el lugar de encontrarse con la infinidad de trampas que sufrimos todos los demás, parecen disfrutar de una alfombra roja extendiéndose a sus pies. Incluso así, traté de hacerlo con la menor cantidad de prejuicios posible.

El conflicto que sustenta la historia es admirable y propio de un buen cuento, pues logra elevar una minucia (las obras del piso inferior) a la categoría de acontecimiento que sustenta la trama. Gracias a ello conseguí avanzar a pesar del estilo rimbombante, si bien trufado de vulgarismos, frases hechas e innumerables adverbios acabados en mente (llegué a contar hasta cuatro en una página), hasta que el argumento comenzó a evolucionar de un modo tan absurdo y trivial como sólo cabría esperar de un especial de Haloween de “Los Simpsons”. Y que se dedicase a hacer reflexionar en alto a sus personajes, sin aportar nada nuevo a lo antes expuesto, con el único afán de rellenar páginas.

Lo más inconcebible de todo es que esta señora lleve recibiendo honores, prebendas y halagos de la crítica (todos ellos inmerecidos) desde los veintitantos años. A ver quién desentraña el misterio, pues tampoco es una autora que cuente con un apoyo significativo (ni siquiera digo masivo) del público.

viernes, 20 de noviembre de 2009

Cuando la justicia es el peor enemigo

Ayer, en diez minutos escasos de telediario, tuve ocasión de contemplar tres casos sangrantes que demuestran que un grave problema de fondo subyace en nuestro sistema legal.

El primero de ellos, el de un matrimonio que, tras retornar de vacaciones, encontraron su casa ocupada. De esto hace ya más de un año, pero el juez que lleva el caso ha paralizado el desahucio porque los ocupadores no tienen dónde ir (los desocupados tampoco, pero eso al magistrado se la trae al fresco).

Los otros dos casos orbitan en torno al dislate que supone la vigente ley del menor: uno de ellos es el caso de “el Rafita“, asesino convicto de Sandra Palo, prófugo de 21 años que campa por sus respetos y se cisca en la policía y el sistema judicial porque cuando cometió el delito era menor. El último es el de un caso de violencia de género en el que el agresor se libra de ser imputado por el hecho de ser menor.

Es evidente que cualquiera que disponga de un mínimo de sensatez desea vivir al amparo de una legislación garantista, pero la nuestra se encuentra desviada, de modo manifiesto y unívoco, hacia una suerte de perverso paternalismo que únicamente redunda en beneficio del delincuente. En esto debieran aplicarse a fondo nuestros legisladores (esa debiera constituir la verdadera naturaleza nuestros representantes electos, en lugar de erigirse en meros instrumentos de votar de sus respectivos “aparatos”) y no en marear la perdiz en torno a memorias históricas, supuestos de aborto, leyes de igualdad (todas ellas discriminatorias) y reacuñar estatutos.

Tan notorio como la necesidad acuciante de estas reformas, es el hecho de que nadie se va a atrever a acometerlas: el PSOE porque no son “progesistas” y el PP por miedo a ser tachados de reaccionarios.

Y usted y yo a sufrirlo.

jueves, 19 de noviembre de 2009

Los payasos de la tele

Eso, y no otra cosa, se me antojaron las declaraciones de la ujier primera de ZP (AKA Fdez. de la Vega) y el rifirafe de Rubalcaba con Carlos Floriano y sus ulteriores explicaciones. Y el hecho de que Bono se lo tuviera que llevar, casi a la rastra, digno de una reyerta tabernaria.

miércoles, 18 de noviembre de 2009

Errores de principiante IV

6- Lo importante es que mi libro le guste a los lectores.
He escuchado en varias ocasiones esta respuesta elusiva e ilusoria cuando a un escritor en ciernes le hacían ver alguno de los innumerables defectos que adornaban su obra, y es casi seguro que, de un modo u otro, casi todos lo hemos llegado a pensar con admirable e ingenua sinceridad en nuestros comienzos (los de quien suscribe la presente no muy lejanos).
En primer lugar, los lectores con los que suele contar un escritor inédito no suelen ser ni imparciales ni del todo sinceros, pues estos damnificados son indefectiblemente reclutados entre el circulo de amigos, familiares y conocidos del literato.
Y, aunque fuese cierto que la obra gustase al público en general (que en la mayoría de los casos no es así), un escritor no puede limitarse a aspirar a tan baja meta. Por supuesto que la comida rápida le gusta a millones de personas (entre las que no se cuenta un servidor), pero ningún cocinero que se precie (y cuando digo esto no me refiero a un vulgar matahambres) se conformará con limitarse a elaborar hamburguesas.

martes, 17 de noviembre de 2009

¡Que viene la Gripa!

Un servidor comienza por admitir su absoluta e insondable ignorancia al respecto, pero los recelos de buena parte de la profesión médica hacia la vacuna de la nueva gripe resultan bastante reveladores.

Partiendo de mi asumida naturaleza de lego, no alcanzo a comprender por qué tanto revuelo levantado por todas los organismos competentes (comenzando por la OMS, siguiendo por el ministerio de sanidad y acabando por las administraciones autonómicas) que han auspiciado este estado de psicosis colectiva en torno a una enfermedad que se ha probado que no es peor que la gripe común.

Pero lo que más me desconcierta (y conozco ya cuatro casos en segunda persona y geográficamente dispersos) es que, apenas con enunciar los síntomas que corresponden a una gripe común y sin ninguna prueba médica, te diagnostiquen la gripe A y te envíen a casa con una semana de baja ¿Han conseguido los avances médicos acabar con la gripe común? Cualquiera diría que sí, pues este año no se va a diagnosticar ni un solo caso en España.

Uno va siendo lo bastante viejo como para haber constatado que cuantos asuntos parecen no tener una explicación racional, en realidad tienen una oprobiosa e inconfesable. Y en este caso no puedo dejar de pensar mal.

lunes, 16 de noviembre de 2009

Errores de principiante III

5- Los premios literarios me servirán para labrarme una carrera.
Nada más lejos de la realidad. En un país donde proliferan por miles, el hecho de atesorar unos cuantos de ellos apenas te servirá, a ojos de editores y agentes, para ser uno de los ciertos de chiflados con manuscrito y un puñado de premios en su currículo en lugar de uno de los miles de chiflados con manuscrito (a secas). Admito que supone un cambio de orden de magnitud, mas de escasa relevancia.

Es cierto que se pueden hallar grandes escritores que penan de concurso en concurso, pero también que los que acumulan más galardones no son precisamente los mejores. También que muchos de estos acaparadores de premios se limitan a reescribir una y otra vez el mismo tipo de obra (por no decir la misma obra) que saben que cala bien en determinado tipo de jurados. Incluso ha existido quien ganó múltiples concursos con la misma obra, a pesar de que lo prohibiesen las bases (“El impostor”, AKA “El maldito impostor”, AKA “El hombre que mató a Juan Manuel de Prada”, es el caso más conocido por la cantidad de premios que obtuvo, si bien admito que es un cuento bueno de veras).

En el caso de un servidor, los certámenes le han servido para convertirse en un escritor algo menos nefasto que antes de comenzar a frecuentarlos. El hecho de ponderar tu trabajo por medios “objetivos” (un certamen literario puede ser muchas cosas, pero casi nunca objetivo) y cosechar un fracaso tras otro, suele ser un argumento que te impulsa a plantearte que quizás te falte bastante por mejorar.

domingo, 15 de noviembre de 2009

Disculpen el percance

Este libro, que le valió al bilbaíno Óscar Alonso Álvarez el prestigioso premio Tiflos de cuento, es divertido y chispeante, pero debo confesar que me ha defraudado, pues esperaba de él algo muy parecido a la perfección y apenas he encontrado sólo un libro entretenido. Salvo el primer cuento de la compilación, “Confesión”, y casi el segundo, “Ricardito”, ninguno está dotado de esa perfección rigurosa y casi geométrica, lo que vulgarmente se denomina un cuento redondo.

Un servidor obtuvo conocimiento del autor gracias a que una página denominada “masacre en los jardines”: despotricaba contra él y lo acusaba de plagiar “Las interioridades”, de Félix J. Palma, con este cuento. En esa ocasión, yo no alcancé a ver el plagio por ningún sitio, y sí que terminé admirando el magistral cuento de Óscar.

En todo caso, resulta evidente que el autor dispone de mucho más potencial que el demostrado en esta compilación, un tanto remota(2003), por lo que seguiré investigando en su obra posterior.

viernes, 13 de noviembre de 2009

Algo bueno y, por una vez, gratis

El próximo Martes día 17 de noviembre a las ocho de la tarde, en la Asociación de Escritores y Artistas, calle Leganitos nº 10 y dentro del Ciclo Narradoras Españolas de nuestro tiempo, mi buena amiga Teresa Núñez, "la vieja Maestra", realizará una lectura.

No ha confirmado si repartirá sugus al finalizar el acto.

jueves, 12 de noviembre de 2009

Avisos de derrota

Oscar Sipán es un perfecto ejemplo de lo que J.C. Márquez definió hace poco como “generación plica”, un grupo de edad indefinida (y que por tanto resulta ocioso denominar generación) que se caracteriza por haber templado su pluma en la infinidad de certámenes literarios que proliferan por la geografía patria (yo mismo sería uno de ellos, pues no he conocido otra escuela que los premios literarios). En mis comienzos de concursante, leí una frase de Sipán que me impactó: "Yo no concurso, envío mis cuentos a la guerra"; a raíz de leerla, cada vez que remitía una obra a un certamen tenía la impresión de estarla enviando al matadero (en mi primer año de concursante, aparte de la final del Planeta, en la que me incluyeron por malo, apenas conseguí colocar uno de mis cuentos entre los 20 finalistas de Fuente de Cantos). En aquellos tiempos, yo tenía por costumbre leer lo que se premiaba en cuantos podía de esos certámenes, en cuyas puertas me estrellaba, imbuido por la perversa (y no digo falsa) creencia de que en cada uno de ellos triunfaba una clase concreta de relato, hasta que mi buen amigo virtual Javier Pérez, escritor de raza, economista y un tipo listo donde los haya, me abrió los ojos con este consejo: “La primera ley de del marketing consiste en vender los que se produce, no en producir lo que se vende” . El caso es que en muchos de ellos me encontraba con obras de este mozuelo, insultantemente joven, y que sin excepción me dejaban boquiabierto. En concreto me llamó la atención el caso del “Fernando Quiñones”, donde en cuatro años consecutivos alcanzó una mención de honor, dos terceros puestos y un segundo, prueba fehaciente de su tenacidad inquebrantable y de que no mentía al postular su actitud bélica ante los concursos.

Retornando al caso concreto de la obra que nos ocupa, se trata sin duda de un libro que se acaba demasiado pronto y que uno debe esforzarse por no devorar de un tirón, y volver a menudo por muchas frases que lo merecen. Algunos de los cuentos me recuerdan al Sipán que estoy acostumbrado a leer y sus argumentos pletóricos de imaginación, como el caso del enterrador que descubre a una bella joven enterrada viva o un gran actor en decadencia que protagoniza un corto después de muerto, si bien buena parte del libro está dedicado al desamor, faceta que me ha sorprendido en el autor.

Una excelente recomendación de lectura, en particular para los amantes del género breve.

miércoles, 11 de noviembre de 2009

Errores de principiante II

4- La coedición es mejor que la autoedición.
Es notorio que todo escritor sufre un ego hipertrofiado y aspira a ver su nombre impreso en un libro, que no sea el de familia. Amparándose en estas premisas, no escasean quienes pretenden medrar (no mucho: de donde no hay no se puede sacar) a costa de la ingenuidad del pobre y sufrido emborronador de folios. Aunque, a lo largo de estos pocos años, me he topado con iniciativas de lo más exótico, como una supuesta “agencia” que pretendía cobrarte por estudiar la viabilidad de tu obra y otra que te cobraba por acceder a representarte, sin duda los modos más usuales para meterle mano a los cuartos (y a las ilusiones) del escritor en ciernes son la autoedición y la coedición, en apariencia similares pero que encierran notables diferencias. Supongamos que el coste real de imprimir tu libro sea 2.50€.

En el caso de la autoedición, la “editorial” te cobra 5€ por cada libro. Imprimes una tirada ridículamente reducida, que colocas, (sólo en parte y a base de rogar, coaccionar y chantajear a familiares, amigos y algún conocido curioso por saber qué demonios puede haber escrito alguien como tú) a un precio de 10€, con lo que tus pérdidas no son demasiado sangrantes (si editas 1000 libros y vendes la mitad te quedas en paz).

En el caso de la coedición, la “editorial” te dice que la impresión cuesta 5€, con lo que tu pagas 2.50 € y sufragas la totalidad de los costes. Imprimes una tirada ridículamente reducida, que la “editorial” coloca en media docena de librerías, que la mantienen menos de un mes, y en un par de webs. A base de rogar, coaccionar y chantajear a familiares, amigos y algún conocido curioso por saber qué demonios puede haber escrito alguien como tú, logras que se venda parte de la tirada a un precio de 10€, de los cuales 3 se van al canal de distribución y 3.50 a la “editorial”, con lo que tus pérdidas ascienden a buena parte de lo que has invertido (si editas 1000 libros y vendes la mitad pierdes 750€).

Conclusión: si no consigues que tu libro sea publicado por una editorial de verdad, posiblemente no merezca ser publicado. Déjalo que repose cierto tiempo y vuelve a corregirlo. Es cierto que te puedes permitir el capricho de editarlo (y no sale más caro que un crucero por el Caribe), pero es tirar el dinero.

martes, 10 de noviembre de 2009

De muros caídos

No deja resultar desconcertante que toda la fanfarria en torno a la efeméride se centre en que el acontecimiento supuso la caída de unos regímenes represivos y obvien el hecho más importante: que la caída del muro determinó la desintegración del comunismo como modelo político plausible. Desde entonces, nadie volvió a propugnar un estado omnipresente y casi omnipotente que permeara todos los aspectos económicos, políticos y sociales de una nación.

La crisis financiera internacional supuso lo mismo para el liberalismo a ultranza, que formulaba que el mercado se regulaba solo y que el estado no debía intervenir bajo ningún concepto, una tesis tan descabellada como la anterior si reparamos en que el objetivo de las empresas es generar beneficios (propios) y cualquier otro postulado por parte de ellas, ya sea humanitario, en defensa del medio ambiente o de cualquier otra índole, no es sino una maniobra publicitaria, en la que, en todo caso, se invertirá menos que en publicidad convencional.

Lo más desolador de todo es que precisemos de estos cataclismos para percatarnos de que la vida no se limita al blanco o al negro (disyuntivo, ni siquiera en conjunción). Y que algunos persistan en ignorarlos y mantengan incólumes sus convicciones.

lunes, 9 de noviembre de 2009

Museo de la soledad

Carlos Castán ostenta una de las prosas más poéticas que conozco; y lo más meritorio es que no lo logra rebuscando el lenguaje o recurriendo a las imágenes al uso, sino que su éxito reside en la elección casi matemática de las palabras y a que remueve los recovecos más oscuros del alma, aquellos donde ocultamos nuestros recuerdos más dolorosos y que no nos atrevemos a confesar a nadie (apenas a unos miles de lectores).

Aunque reconozco que alguno de los cuentos se me hizo un poco largo, varios de los que figuran en la compilación, como “Silencio tan de Silvia” o “El aroma de lo oscuro”, de donde sale el título del volumen, merecerían por sí mismos que se compre el libro y se atesore en uno de los lugares más preciados de la biblioteca. Por si no fuera bastante, la mera portada, de Oscar Sanmartín, el ilustrador habitual de Tropo, ya constituiría bastante mérito.

También me colma de satisfacción, un tanto malévola y mezquina, para qué negarlo, el hecho de que se puedan encontrar varias erratas en el texto, a pesar de que sin duda ha pasado por centenares de lecturas del autor y los ojos de los correctores de tres editoriales. A mí me sucede a cada momento, en especial palabras que desaparecen o quedan sobrantes tras la enésima corrección, y que paso por alto aunque relea miles de veces el mismo párrafo (o quizás justo a causa de ello).

viernes, 6 de noviembre de 2009

Guía de hoteles inventados


La totalidad de este fascinante libro, que ganó el premio de cuentos ilustrados de la diputación de Badajoz, destila un marcado carácter onírico. Sin duda se trata de un libro para conservar y sumergirse en él, o limitarse a ojear, de cuando en cuando. El texto de Óscar Sipán no se puede englobar dentro del cuento canónico, pues no se trata de una historia cerrada, sino de una narración fluida e hipnótica que nos acompaña por los hoteles imposibles que con tanta maestría plasman las ilustraciones de Óscar Sanmartín.
Sin duda nos enfrentamos a un relato de época, pero no de una concreta, sino de una época mestiza e inventada, como los hoteles en los que se centra la narración o las propias ciudades donde residen.

El mismo estilo de Óscar Sipán parece haber metamorfoseado: por momentos, recuerda al milimétrico lirismo de Carlos Castán (que hace un cameo), y cierta forma de introducir reflexiones un tanto surrealistas en el relato me trae a la cabeza a los alocados (y geniales) cuentos de Jesús Tíscar.

Incluso el papel es de una calidad extraordinaria, y la única objeción que puedo plantearle al libro es la forma de encuadernarlo, que impide contemplar correctamente las ilustraciones que se dividen en dos páginas. Eso, y que se acabe tan pronto.

jueves, 5 de noviembre de 2009

Forajidos de leyenda

Millet, el encausado ex presidente de la fundación Orfeó Català-Palau de la Música, no sólo se llevaba crudos los cuartos del contribuyente, sino que también estafó, nada menos que con los gastos de la boda de su propia hija, a sus consuegros.

Sería inconcebible imaginar semejante bajeza moral incluso en el más vil de los delincuentes, pero este “Señor”, perteneciente a la crème de la crème de la burguesía catalana, no dudó en asolar con su bandolerismo cuanto estuvo a su alcance.

No es de extrañar que lo conduzcan esposado. Ni que el juez instructor y los policías que lo custodian se palpen a cada momento la cartera.

miércoles, 4 de noviembre de 2009

Apología del best seller

Permítanme que rompa una lanza por ellos. En primer lugar, porque, en la buena parte de los casos, son la puerta por la que se accede a la literatura. Cierto es que la mayoría se queda en el umbral, pero no culpemos a la bicicleta de la debilidad de las piernas. También, y no con menos fundamento, porque constituyen el sustento de la industria editorial, así como las grandes producciones de Hollywood lo son de la cinematográfica; si el negocio tuviera que mantenerse con las ventas de Roberto Bolaño y Antonio Colinas, iba apañado.

Dicho lo anterior, consientan también que me cisque en la trilogía Millenium y en el último éxito de Dan Brown.

lunes, 2 de noviembre de 2009

¿Tú también, Herralde, hijo mío?

Hace unas horas se ha hecho público el fallo (nunca mejor dicho) del premio Herralde. El hecho de que el ganador haya sido el director Manuel Gutierrez Aragón despierta al instante las suspicacias de cualquiera, pero no todo acaba ahí, sino que si uno visita el blog del finalista, Juan Francisco Ferré, en su perfil proclama que la novela con la que ha quedado finalista, “Providence”, será publicada en 2009, ¡menudas dotes premonitorias!

Y aún hay más en el País: "Fue el propio autor quien se puso en contacto con la editorial Anagrama para publicar su trabajo, a pesar de que tenía ofertas más sustanciosas. "

Lo más doloroso del caso es que este era uno de los últimos premios de prestigio auspiciados por una editorial cuya reputación permanecía sin mácula.

El héroe de las mujeres

Este libro de relatos se encuadra en la madurez de Bioy Casares (1978); sin embargo, un servidor no ha encontrado en el mismo el nivel de excelencia que hubiese esperado de alguien de su renombre. El libro es entretenido y se lee con facilidad, no obstante, el autor apenas se ocupa de la historia y se olvida por completo de la psicología de los personajes, algo admisible en una novela de intriga pero intolerable en el género del cuento.

Puñaladas traperas

El espectáculo que está ofreciendo el PP es lamentable, mas sin duda edificante: si de este modo predominan los propios intereses frente a los del partido, dónde quedaran los del país o los de sus votantes.

Este es nuestro panorama político: por un lado, tenemos al partido en el poder, con uno de los gobiernos más nefastos que recordará la historia, y por otro esta suerte de gallinero alborotado con demasiados gallos y muy pocas gallinas ponedoras.

Resulta tan triste como patético, pero el votante sólo puede elegir entre lo malo y lo pésimo; no es de extrañar que el pobre contribuyente, a quien le corresponde sufragar esta orgía de estulticia, cada vez quiera saber menos de política.