El hombre, en la superficie de la tierra, no tiene derecho a dar la espalda e ignorar lo que sucede en el mundo.

Fiódor Dostoievski (El jugador)

lunes, 9 de noviembre de 2009

Museo de la soledad

Carlos Castán ostenta una de las prosas más poéticas que conozco; y lo más meritorio es que no lo logra rebuscando el lenguaje o recurriendo a las imágenes al uso, sino que su éxito reside en la elección casi matemática de las palabras y a que remueve los recovecos más oscuros del alma, aquellos donde ocultamos nuestros recuerdos más dolorosos y que no nos atrevemos a confesar a nadie (apenas a unos miles de lectores).

Aunque reconozco que alguno de los cuentos se me hizo un poco largo, varios de los que figuran en la compilación, como “Silencio tan de Silvia” o “El aroma de lo oscuro”, de donde sale el título del volumen, merecerían por sí mismos que se compre el libro y se atesore en uno de los lugares más preciados de la biblioteca. Por si no fuera bastante, la mera portada, de Oscar Sanmartín, el ilustrador habitual de Tropo, ya constituiría bastante mérito.

También me colma de satisfacción, un tanto malévola y mezquina, para qué negarlo, el hecho de que se puedan encontrar varias erratas en el texto, a pesar de que sin duda ha pasado por centenares de lecturas del autor y los ojos de los correctores de tres editoriales. A mí me sucede a cada momento, en especial palabras que desaparecen o quedan sobrantes tras la enésima corrección, y que paso por alto aunque relea miles de veces el mismo párrafo (o quizás justo a causa de ello).

2 comentarios:

Er Tato dijo...

Es curioso, pero al leer tu entrada se me ha venido a la cabeza una reseña sobre este libro que leí hace ya algún tiempo y que he buscado. Que conste que no he leído el libro -esta reseña lo dejó aparcado hasta hoy-, así que no sé con cuál de los dos estaría de acuerdo. En todo caso, averiguarlo me ha impulsado a incorporarlo a mi lista de próximas compras, así que ya te contaré.

Un abrazo

Juan Carlos Garrido dijo...

La subjetividad es una de las mayores grandezas y, a la vez, una de las mayores miserias de todo arte. Resulta notable que la reseña que enlazas y la mía coincidan de una forma notable en los hechos, pero sin embargo diverjan hasta los extremos en su interpretación.

El autor de la reseña reconoce la maestría narrativa de Castán, si bien debe aburrirle su contenido, admito que casi monotemático. Yo también confesé que algún cuento se me hizo un poco largo, si bien persistí en la lectura por el placer que me deparaba la mera prosa, sin reparar en el objeto de la misma.

Es evidente que no se trata de un libro sencillo de leer y que no va a dejar indiferente a nadie, se decante por donde se decante. Si estuvieras un poco más a mano, yo mismo te prestaba el libro y salías de dudas.

Un abrazo.