El hombre, en la superficie de la tierra, no tiene derecho a dar la espalda e ignorar lo que sucede en el mundo.

Fiódor Dostoievski (El jugador)

martes, 29 de julio de 2008

Borricos sobre ruedas

Ayer escuchaba en las noticias que una a “señorita”, por llamarla de algún modo, reincidente para más INRI, la habían sorprendido circulando a 219km/h. Si la limitación de velocidad es de 120km/hora, es del todo absurdo que la mayoría de los coches del mercado puedan superar con creces, muchos incluso duplicar, esta velocidad, cuando es algo que, de un modo muy sencillo, podría limitarse en la centralita electrónica del vehículo, que, por ejemplo, al los 140km/h cortase la inyección.

Este hecho revela una hipocresía absoluta de las leyes al respecto, que ningún gobierno, de cualquier signo, se ha dignado ni siquiera a estudiar, pues parece evidente que entran en liza intereses de la industria automovilística. El hecho sería equivalente a que vendiesen armas automáticas en el “super”, pero que luego una ley prohibiese su tenencia.

En vez de medidas sancionadoras y penales, ¿no sería mucho más lógica una ley que obligue a limitar la velocidad máxima de los vehículos? Pero claro, ¿cómo se justificaría, entonces, que te vendan un coche con trescientos caballos bajo el capó (y un borrico al volante)?

lunes, 28 de julio de 2008

El que no tiene pueblo es un “desgraciao”

Si se vive en Madrid, esto es una verdad incontestable. Y no sólo por el lujo que supone ir el fin de semana y dormir dos noches del tirón, además con mantita, sino porque en estas macrourbes, rodeados de millares de congéneres, no conocemos el nombre de pila del vecino de rellano. Uno se va al pueblo y parece que no sólo cambia su ubicación unos pocos quilómetros, sino que hasta se muda la personalidad: aquí se reparten los buenos días en cada esquina y se alterna amigablemente con el primero que aparece por el bar.

Aunque he nacido en una ciudad, pequeña, y llevo más de media vida en Madrid, reconozco que cada día me estoy haciendo más “de pueblo” .

martes, 22 de julio de 2008

¿Y ahora qué?

Las estadísticas siempre están referidas a un hipotético universo del discurso del que uno jamás forma parte; mientras que las cifras macroeconómicas no adquieren cara y nombre propio, las observamos con el distanciamiento propio de los números abstractos. Por eso hemos estado contemplando con frialdad, incluso con cierto regocijo, cómo este gobierno, de una forma bastante patética y en lugar de tratar de solucionar la crisis económica, se estrujaba las entendederas buscando circunloquios con los que evitar el maldito palabro.

Ahora que la crisis inmobiliaria en general, y de la construcción en particular, es una contundente realidad, no podemos ignorar el hecho de que cientos de miles de personas que acostumbraban a trabajar sin papeles, por días y con unos elevados ingresos (según pude ver en un reportaje de televisión, más de doscientos euros al día), se han quedado sin trabajo y sin subsidio de desempleo que mitigue esta situación. Esto ya ha dejado de ser una fría cifra para convertirse en una escalofriante realidad. Haga usted el ejercicio mental y póngase en su lugar: ¿se conformaría, en su caso, con meter las manos en los bolsillos y quedarse sin hacer nada? Esta situación se va a convertir, a no mucho tardar, en un problema social y de orden público de primera índole, y los que deberían buscarle solución se dedican a festejar que llevan cien días sin hacer nada.

miércoles, 9 de julio de 2008

El gobierno de los gestos.

Si algo caracteriza a este gobierno, “talantudo” y zapaterista, es su profusión de guiños a cuanto colectivo se le pone a tiro ante la más mínima sospecha de que con ello se pueda arañar un voto. Por eso no es de extrañar que el resultado de su congreso haya sido un puñado de gestos dirigidos a las mujeres y a los emigrantes (parafraseando el anuncio de un conocido refresco: a los gays y las lesbianas, a los sin papeles y a los desempleados, a los jóvenes e iletrados…)

Lo malo es que, con esta profusión de gestos, apenas les sobra tiempo y energía para nada más. Tanto gesto, tanto guiño, tanta alharaca, aspaviento y cucamona, vacíos por completo de contenido alguno hasta el punto de convertirlos en “tics”, ¿no les trae algo a la cabeza?

A mí sí: un tonto de baba

jueves, 3 de julio de 2008

Vivo sin vivir en mí.

A diferencia de mi paisana, no espero una vida más alta, sólo más tranquila.
Gastadas, y casi olvidadas, las breves vacaciones, uno se enfrenta a la cruda realidad como si se tratase de una fuerza de la naturaleza, con la resignación ovina de quien asume lo inexorable. Asediado desde múltiples frentes simultáneos, un servidor se apresura a atender a lo urgente y se olvida de lo importante. Un paso fugaz por la oficina me depara miles de correos, en su mayor parte spam, y multitud de asuntos que van a tener que esperar, pues uno no ha aprendido, todavía, a dividirse como las amebas.

Este fin de semana a montar muebles de cocina en el pueblo, y el lunes a Canarias. Después, Dios dirá.