El hombre, en la superficie de la tierra, no tiene derecho a dar la espalda e ignorar lo que sucede en el mundo.

Fiódor Dostoievski (El jugador)

lunes, 28 de enero de 2008

Sobre plagios

¡Menudo revuelo se ha armado en el foro de PL! Al parecer, alguien denunciaba que Oscar Alonso Álvarez había plagiado un cuento del genial Felix J. Palma. Uno, que en estos casos procura ser siempre objetivo, se descargó el relato en entredicho (aquí), y lo cierto es que me pareció estupendo y, aunque se aprecian ciertas semejanzas estilísticas, de ningún modo es un plagio descarado. Otra cuestión, más criticable, es que el susodicho ha ganado varios certámenes con el mismo relato.

Creo que es imposible ser absolutamente original; para asomar la cabeza, uno se aúpa sobre los hombros de los grandes maestros que ha leído, ¿o se escribiría como se escribe hoy en día si los autores no hubiesen leído a los que les precedieron? Además, aunque alguien pretenda ser escrupulosamente original, nunca puede fiarse del subconsciente.

Y, aun así, siempre queda la coincidencia; unos días atrás, conversando con la ínclita Teresa Núnez, resulta que ambos hemos escrito sendos relatos cuya temática es notablemente similar; también, en la página de Javier Pérez, hay colgado un relato (este) con escenas sorprendentemente similares a uno mío que se puede leer en este blog (este).

Mi opinión personal es que, quitando casos evidentes de bandolerismo literario, se debe manifestar una cierta tolerancia, sobre todo si el resultado es digno.

lunes, 14 de enero de 2008

Las claves del éxito

La pasada semana, Ken Follet presentaba en Vitoria la continuación de “Los pilares de la tierra” en medio de una efervescencia mediática más propia de la presentación del fichaje de algún futbolista.

“Los pilares de la tierra”, más que una novela histórica, es una novela de época, absolutamente maniquea y con unos personajes que, más que planos, son absolutamente lineales: unos buenos buenísimos a los que se empeñan en perseguir y amargar la vida unos malos malísimos ¿No les recuerda esto nada? A mi me trae a la cabeza las funciones de guiñoles de mi infancia.

Ken Follet nunca había escrito un libro de este tipo; sus historias eran de espías, intriga y conspiraciones, y, si bien ninguna merecía figurar en los anales de la literatura, estaban todas mejor construidas que esta que le granjeó tamaño éxito.

Todo esto viene al hilo de que no sabemos qué factores intervienen en que una novela tenga éxito; hay quien lo encuentra por casualidad y repite la fórmula una y otra vez, y otros, los más, se limitan a imitar formulas exitosas de otros, pero ninguno llega a saber realmente en qué se fundamenta ese éxito.

Desde luego, no en la calidad literaria.

jueves, 10 de enero de 2008

Los traídos y llevados concursos

A propósito de los concursos, decía el ínclito Juan Manuel de Prada: 'Fue una espléndida escuela y aún hoy siento melancolía por aquella época'; aunque me cuesta creer la segunda afirmación, no me cabe ninguna duda por lo que respecta a la primera. En primer lugar, el paso por los concursos te hace poner los pies en el suelo: cuando se alumbra la primera obra, uno se empeña en creer que es genial y no se desengaña hasta que los hechos, tozudos, te demuestran lo contrario; por otro lado, se descubre que existe otra literatura al margen de la que se exhibe en la sección de libros de las grandes superficies y de la que yace en los anaqueles de las bibliotecas, y en el camino se haya (y a veces se halla) el conocimiento.

Si Maghenta hubiese existido como editorial, allá por octubre del 2005, y me hubiese publicado entonces “Sombras chinescas”, seguiría siendo un escritor funesto (¡Ups! Me atreví a afirmar que ya no lo soy), que seguiría escribiendo una y otra vez la misma novela, cambiando el título y, a lo mejor, alguna vez, de protagonista.

En uno de mis relatos digo: “El éxito es lo peor que puede pasarle a un literato en ciernes” y creo que es la mayor verdad que he sabido acuñar en todo este tiempo. Por ilógico que parezca, no hay mejores maestras que la contrariedad y el desengaño, para quien quiera aprender.

viernes, 4 de enero de 2008

La Literatura (y otras cosas de comer)

Escuchaba el otro día en la radio –no sin cierta estupefacción– comentar a Espido Freire que era imposible vivir del ridículo (ese era su adjetivo) porcentaje que dejaban las ventas de los libros. Lo más gracioso de todo es que este mensaje proviniese de ella, una de las niñas mimadas de la literatura patria, y no de uno de los grandes escritores que penan de concurso en concurso.

En este país apenas se lee (o al menos se lee mucho menos de lo que se escribe) y los pocos que lo hacen leen a Matilde Asensi o a Julia Navarro, y las pobres Espido Freire y Lucía Echevarría tienen que ganarse la vida haciendo bolos pseudoliterarios.

Alguien comentó una vez en el foro de PL : “estoy en la literatura para dejarme la vida, no para ganármela”: esta fue una frase que se me quedó grabada; era hace un par de años, cuando comenzaba mi purgatorio concursil, y entonces me pareció exagerada, pero hoy la encuentro plena de acierto y sabiduría.