El hombre, en la superficie de la tierra, no tiene derecho a dar la espalda e ignorar lo que sucede en el mundo.

Fiódor Dostoievski (El jugador)

viernes, 28 de enero de 2011

365 días de cuentos

Uno debe afanarse en lo factible, si bien aspirar a lo imposible; por eso, un servidor no puede a resistirse a las utopías, sobre todo si son tan hermosas como la de Ana Busto, que se propuso crear una página que sacara cada día a la luz un cuento distinto y no me pude resistir a colaborar con el mío.

Desde aquí, os animo a que visitéis la página y colaboréis en esta iniciativa.

lunes, 24 de enero de 2011

¿Carisma?

Mariano Rajoy, el mismo al que se cuestionaba hace no mucho por parte de unos y otros, era recibido el pasado fin de semana en loor de multitudes. En el extremo opuesto, ZP, que por esas mismas fechas era proclamado como poco menos que un líder visionario o un santo laico, se ha convertido ahora mismo un peso muerto y ni siquiera quiere aparecer en los actos del partido, para los que delega en Rubalcaba.

Con todo esto quiero decir que el supuesto carisma y don de gentes que se supone poseen algunos políticos no es otra cosa que la erótica del poder, la sombra del alto árbol a la que todos quieren arrimarse.

viernes, 21 de enero de 2011

Cuentamé literario y catalán

No es por su natural suspicaz, que haylo, sino por fuerza de escarmientos, que un servidor desconfíe de cualquier autor joven y prometedor al que parecen abrírsele todas las puertas, muy en especial si el citado se ha ahorrado el trabajoso e instructivo paso por el purgatorio de los certámenes literarios.

Unos pocos días atrás, escuchaba en la radio una entrevista al Use Lahoz, que promocionaba su nueva novela, y los elogios que recibía eran tan desmedidos que me venció la curiosidad y traté de buscar algo del autor. Por supuesto, no puede encontrar “La estación perdida”, recién salida del horno, pero sí “Los Baldrich”, la anterior (2009), que le valió el reconocimiento unánime de público y crítica.

Me gustaría afirmar que acabo de descubrir a un nuevo talento de la narrativa patria, pero en las páginas (muchas, casi 400) que albergan la obra no he hallado más que una historia previsible y convencional, y un puñado de personajes planos y monolíticos, algo que queda bastante bien definido por el título de la entrada, aunque quizá no le haga justicia a la serie televisiva.

Hace poco, me preguntaba por los misterios que mueven las entretelas de negocio editorial, esos mismos que determinan que se encumbre a autores como este y se ignoren a otros de mucho más talento y merecimientos, como Antonio Orejudo, Jesús Tíscar o mi amigo Javier Pérez, y debo reconocer que cada vez los encuentro más arcanos e indescifrables.

jueves, 20 de enero de 2011

Vuelva Ud. mañana

Después de casi doscientos años, no hemos cambiado demasiado con respecto a lo que relató Larra.

Martes, 13:00. Una compañera me acerca a la estación de cercanías, donde tomaré un tren para enlazar con el AVE. Debo viajar a la refinería del campo de Gibraltar para leer un programa de un dispositivo obsoleto para reemplazarlo; diez minutos escasos de trabajo, pero los requerimientos burocráticos especifican que primero debo recibir el cursillo de seguridad y riesgos laborales preceptivo. Un servidor cuenta con el título oficial de riesgos laborales de veinte horas, además del específico de trabajo en petroquímicas de diez horas, pero no me permitirán entrar si no realizo el concreto de la compañía (mucho más reducido que los otros), por lo que debo viajar un día antes.

Martes, 19:00. Me han indicado que el curso se imparte a las ocho en punto de la mañana, así que primero paso a reconocer el terreno y asegurarme de que sé entrar a la refinería (hace más de diez años que no la piso). Compruebo que hay un atasco considerable para acceder a la misma desde la Línea y rezo para que al día siguiente no ocurra lo mismo.

Miércoles, 07:25. A pesar de que el horario de desayuno del hotel comienza a las siete y media, bajo cinco minutos antes porque voy un poco justo de tiempo. El comedor se encuentra a oscuras y media docena de clientes aguardan.

Miércoles, 07:35. Ahora los que esperamos somos más de veinte, y sigue sin aparecer personal del hotel. Además, da la impresión de que el desayuno no es de tipo buffet, o, si lo es, no hay nada preparado, por lo que me marcho sin desayunar. En una ocasión, en una planta química en Tarragona, no me permitieron entrar al cursillo por llegar 10 minutos tarde.

Miércoles, 07:55. Me identifico en portería, comprueban que estoy apuntado al cursillo y me indican que a las ocho y media nos recogerá un microbus. Tengo el estómago más vacío que la billetera de un parado de larga duración, y, a pesar de que la temperatura no es muy baja, el fuerte viento hace que sea muy desagradable permanecer a la intemperie. Además, vengo pertrechado sólo con una cazadora de entretiempo. Me martirizo pensando en el opíparo desayuno del que podría haber disfrutado.

Miércoles, 08:35. Por fin, nos recoge el microbus, aunque, tras un breve trayecto (menos de 500m), nos deja otra vez en la calle, aguardando que vengan a abrir el aula de formación.

Miércoles, 08:50. Accedemos al aula, donde hace casi tanto frío como en el exterior.

Miércoles, 11:15. Otra vez afuera. Aunque ya he recibido el dichoso cursillo, debo aguardar a que una persona, en Madrid, ultime la introducción de mis datos en la intranet de la petrolera para que pueda tener acceso a la refinería.

Miércoles, 12:15. Hablo con la persona que está realizando los trámites. Me dice que sólo le falta introducir el número de tarjeta, que lo tiene un compañero suyo, el que debe acompañarme en la refinería, pero este no le coge el teléfono.

Miércoles, 12:45. Por fin parece que está todo. Hablo con la persona que debe acompañarme para que me traiga la tarjeta con la que debo entrar. Me indica que a la una saldrá a comer, que le espere en la puerta. Aunque estoy más congelado que el sueldo de un funcionario, maldiciendo y farfullando, me dispongo a aguardar, aún más.

Miércoles, 13:40. Por fin aparece mi acompañante, que se deshace en excusas. Estoy más cabreado que una mona, y le replico que entiendo que esté atareado, pero que, en ese caso, hubiera aplazado mi visita para otro día, ya que han sido ellos quienes eligieron la fecha.

Miércoles, 14:35. De nuevo en la puerta de la refinería. La tarjeta no me permite acceder. Según la recepcionista, falta un papel que desde mi oficina aseguran se ha enviado, pero la única persona que sabe manejar el sistema se ha marchado cinco minutos antes. Al final, mi acompañante decide que entre como visita. Podía haberlo decidido antes, con lo que me habría ahorrado viajar el día de antes, el cursillo y la mañana a la intemperie. La persona que debe autorizar mi entrada se encuentra comiendo.

Miércoles, 15:30. Por fin estoy dentro. Ahora falta obtener los permisos de trabajo, algo que se podía haber hecho mientras yo esperaba afuera.

Miércoles, 16:58. Trabajo concluido. Para diez minutos de labor, he empleado más de un día, y me falta regresar a casa.

Miércoles, 21:45. Tras besar a mi esposa y a mis niños, hago lo propio con el suelo, como el Papa.

Y luego pretenden que tengamos la misma productividad que los alemanes.

lunes, 17 de enero de 2011

Caramelos podridos

Este pobre lego no acaba de entender que en el PP tengan las santas narices de exponerse a que en cualquier momento les echen en cara los trajes de Camps y en el PSOE tres cuartos de lo mismo con los terrenos de Rollán.

Mientras que los partidos no se afanen en tener bien limpia su propia casa, carecen por completo de autoridad moral para reprochar nada a nadie. Además, estos casos de políticos pegajosos, que se mantienen adheridos al cargo contra toda lógica, inducen a pensar al votante suspicaz que este inexplicable sostenimiento contra viento y marea por fuerza debe obedecer a motivos turbios e inconfesables.

Que los echen ya, leñes.

viernes, 14 de enero de 2011

Un pasito pa'lante, María

Como en la canción de Ricky Martin y conforme a sus principios (o a su absuluta carencia de ellos) ZP parece dispuesto a recular en la reforma laboral para conseguir apoyo en la reforma de las pensiones. Más tarde, es posible que recule en esto para comprar apoyos para la reforma de las cajas. Y déspues...

miércoles, 12 de enero de 2011

Ruido de lluvia

Se anuncia un nuevo alto el fuego, esta vez "permanente, general y verificable". Es cierto que, aunque nuevo, huele a añejo, pero sólo hablan de ello cuatro tertulianos despistados y pertinaces; al resto del país sólo le indignan los premios futboleros que han ido a parar a Messi y Mouriño, en detrimento de los candidatos patrios.

domingo, 9 de enero de 2011

Los misterios del negocio editorial

Queda poca gente tan ingenua como para creer que los premios insignia de las grandes editoriales se otorgan por los méritos de la obra. Por lo común, cuando el premiado es un autor de larga trayectoria y consolidado renombre, el galardón suele ser el caramelo con el que se atrae al sello al escritor o, si este ya publicaba en el grupo, un vano intento de transferir al certamen algo del prestigio y el relumbrón del galardonado. Si, por el contrario, el autor es joven y casi desconocido, sin duda alguna y sin excepción, el premio consiste en una ladina operación de mercadotecnia editorial.

Resulta evidente que Alfaguara ha pretendido hacer de Santiago Roncagliolo un nuevo Llosa, si bien, de momento, dista demasiado de alcanzar tan quimérica meta. Cuando me decanté por este título, tuve también en mis manos “Abril rojo”, la obra que le valió el premio Alfaguara, si bien preferí “Memorias de una dama” porque me sedujo la reseña de la contraportada. También, por qué no, influyó el hecho de que se tratara de la última obra del autor, circunstancia nada baladí cuando se trata de un novelista joven y, por tanto, en evolución.

El argumento del que parte la obra es prometedor, no lo negaré, y hubiera bastado para edificar una novela memorable, pero el autor lo echa a perder con unos personajes planos y superficiales, y una trama secundaria (él mismo confiesa en el libro que se trata de una argucia para sumar extensión al volumen) demasiado estirada y en la que se hace patente lo que alguna vez he denominado paradigma de la primera novela formulado por Auster en “Leviathan”: “un intento apenas velado de novelar la propia existencia”. Y la pirueta final, con la que pretende investir de credibilidad a la historia, resulta pueril y previsible.

Expuesto lo anterior, cabe preguntarse cuáles son los criterios que mueven a un emporio editorial a decidirse a apostar por un nuevo autor y pretender hacer de él una figura emergente de la literatura, enigma para el que no encuentro respuesta alguna y que, por el contrario, me induce a formularme una nueva cuestión: ¿lo saben acaso ellos?