El hombre, en la superficie de la tierra, no tiene derecho a dar la espalda e ignorar lo que sucede en el mundo.

Fiódor Dostoievski (El jugador)

martes, 14 de julio de 2015

La ocurrencia al poder

Admito que, cuando salieron elegidas Carmena y Colau y una vez asumido lo inevitable, albergaba la vana ilusión de que no tuvieran nada que ver con la ambición insaciable Pablo Iglesias y se tratase de dos simples personas animadas con los mejores propósitos de trabajar en favor de sus vecinos.
Sin descartar del todo lo mis ingenuas aspiraciones, no se puede ignorar el irrefutable hecho de que tener al mando a un tonto bienintencionado, tal como demostró ZP, puede ser tan dañino para sus gobernados que haga bueno a cualquiera que le suceda.
Como decíamos ayer, al mejor estilo de Fray Luis, las alcaldesas de las mayores urbes de España parecen haberse puesto de acuerdo para gobernar a golpe de ocurrencia, como si el ejercicio de regir una urbe de millones de habitantes tuviese la misma trascendencia que elegir un nuevo estilismo de cara al verano.  Si lo mejor que pueden hacer por el gobierno de sus respectivas ciudades es poner tasas a los cajeros o congelar las licencias turísticas, además de buscar sendos cholletes para los familiares de turno, ya pueden ir dimitiendo cuanto antes, porque me causa pavor imaginar de qué serán capaces cuando se sientan seguras en el cargo.

Nos hemos creído que cualquiera puede gobernar una ciudad de cinco millones de habitantes, como si cualquiera pudiera dirigir una de las empresas del IBEX 35, y es posible que así sea, siempre que se limite a molestar e interferir lo menos posible y dejar hacer a los técnicos que tiene debajo; no obstante, si lo que se pretende es reinventar la pólvora a estas alturas, lo más probable es que acabemos todos chamuscados.

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