Está claro que no es por la (sin)razón, descabellada e ilusoria, que se atrevió a apuntar Rubalcaba a principios de semana, cuando todavía no podía sacar pecho por las detenciones, que no era otra que ETA atentaba porque estaba débil. La causa tampoco radica en que los etarras piensen que volando casas cuartel van a conseguir la “ansiada” independencia, ni tan siquiera se debe a un intento de devolver los golpes al “opresor e imperialista” estado español, del cual se ve que no forman parte.
La causa es mucho más sencilla: toda esta gente son profesionales, y el detonador y la nueve milímetros son su medio de vida, que no van a abandonar más que cuando la policía los meta entre rejas. Pero no sirve de nada encarcelar a estos individuos, ni tampoco a los supuestos dirigentes “políticos”, si se les sigue permitiendo abonar el campo en el que crece su cantera.
Uno se puede tomar tranquilamente un vino en una errikotaberna rodeado de propaganda proetarra, asistir a una ceremonia municipal donde se nombra hijo predilecto a un asesino o enviar a sus hijos a ciertas eikastolas donde se imparte lo que se imparte. Aunque parezca mentira, todas estas actividades le salen gratis a quienes las realizan, en buena parte por la vergonzosa indolencia (por no decir descarada connivencia) del gobierno vasco y de la policía que está a sus órdenes, pero también en cierta medida por el cambio de rumbo tomado por el gobierno central a raíz de la falsa tregua.
La única forma de acabar con el terrorismo es lograr que cada paso previo de acercamiento a ETA se pague, y muy caro, y que todo el mundo tenga claro de sea cual sea el color del siguiente gobierno esto va a seguir siendo así y, por tanto, nadie pueda albergar esperanza alguna. Y si el gobierno autonómico no asume sus responsabilidades, el estado debería recuperar las competencias, tan sencillo como esto.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario