El hombre, en la superficie de la tierra, no tiene derecho a dar la espalda e ignorar lo que sucede en el mundo.

Fiódor Dostoievski (El jugador)

jueves, 4 de diciembre de 2008

Académicos en calzones

La pasada semana, tuve ocasión de escuchar en la radio una entrevista a dos profesionales de la lucha libre mejicana, y me quedé atónito por la elocuencia con la que se expresaban, así como por la cultura que exhibían; dos señores, que se ganan la vida a mamporro limpio, perorando como académicos. Justo igual que aquí (para muestra, el botón de la “miembra” del gobierno).

Es innegable que en España estamos en franca desventaja, en lo que se refiere al uso del lenguaje, con muchos países hispanoamericanos, en especial con aquellos con más tradición cultural, como Argentina o Méjico. Aquí la mayoría de la gente se expresa con un lenguaje de “indio” de apenas doscientas palabras (si excluimos plurales, géneros, conjugaciones verbales, diminutivos, etc.).

Resulta evidente que pensamos mediante el lenguaje, y el hecho de poseer un lenguaje pobre implica tener un razonamiento paupérrimo. Es patético comprobar la incapacidad de muchas personas, incluso de algunas con estudios, cuando tienen que explicar algo (si se trata de un concepto abstracto,  puede ser la debacle).

Es indudable que buena parte de la culpa se debe al sistema educativo; no obstante, la riqueza o pobreza intelectual también se transmite a los herederos, como el patrimonio, si bien, y a semejanza del citado, uno la puede adquirir o perder por cuenta propia.

He podido comprobar como la mayor parte de los padres de los compañeros de mis hijos están obsesionados con el inglés; sin embargo, nadie parece preocuparse por el Español, ¿no resulta paradójico?

Cuando yo estudiaba el equivalente a la ESO actual, tenía una profesora, de lo que entonces se denominaba ciencias naturales, que dedicaba el primer cuarto de hora de cada clase a preguntar la lección: como a alguno se le ocurriera decir “es como”, “es cuando” o “es donde”, inmediatamente se sentaba con un cero como una casa. Aunque parezca una tontería, quizás yo, al igual que muchos de mis compañeros, tenga mucho que agradecer a esta señora.

1 comentario:

Sombras en el corazón dijo...

Pues si, es una suerte tener una profesora como esa.
Aunque en su momento un@ piense "Jooooo"
El cerebro "estira" según lo que se esfuerce, esta claro.

Un abrazo