La arenga final de Tardá pidiendo “muerte al Borbón”, además de una pasayada, es un síntoma delator del afán talibanizante que manifiestan buena parte de los partidos políticos.
Los primeros en evidenciar esta tendencia fueron los nacionalistas que, carentes de cualquier argumento o lógica que pueda sustentar sus posturas, apelan a los más bajos instintos atávicos para justificar su cruzada contra el resto del mundo.
El partido socialista tampoco es ajeno a este vicio, y a la menor ocasión aprovecha para introducir la consigna “¡Que viene la derecha!” como si anunciara al hombre del saco.
A los políticos no les interesa que les juzguen por su gestión, es más cómodo basarse en el odio irracional al adversario.
Y todo esto se perpetúa porque la inmensa mayoría vota con los sentimientos más que con la cabeza. La gente vive las elecciones como un evento deportivo en el que defiende sus colores, en lugar de cómo la simple designación de unos gestores que se van a hacer cargo del país.
Así nos va.
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