El hombre, en la superficie de la tierra, no tiene derecho a dar la espalda e ignorar lo que sucede en el mundo.

Fiódor Dostoievski (El jugador)

viernes, 18 de abril de 2008

El resultado del experimento

En primer lugar, agradeceros vuestra colaboración a todos los que os habéis prestado a participar en él.

Aunque todavía me falta alguna respuesta por recibir, me atrevo a publicar los resultados porque son unánimes; todos los que me han contestado entendían que el comisario estaba de alguna forma implicado en el asesinato del fiscal anticorrupción, y de ahí su interés por acabar con el ruso: en eso habéis acertado todos, algo de lo que me alegro, pues era la parte más importante y la que daba sentido a la trama. El segundo punto, es donde todos habéis hecho aguas (o las he hecho yo, por no haberme explicado con más claridad), y es por qué el ruso, si era una suerte de “Super-Rambo” se deja atrapar como un corderito por un novato y un subinspector calzonazos; lo que el autor tenía en mente era que el ruso era un cabeza de turco; si de verdad hubiese sido quien decía el comisario, los protagonistas hubiesen terminado con el pescuezo roto o un par de balas entre las costillas.

Dice Javier Perez que en el relato negro todo debe justificarse; yo no opino así, sino que creo firmemente que en el relato negro, como en cualquier otro, la acción y los personajes deben ser coherentes con las premisas, si bien no es preciso que las expliquen al detalle; es más, un cierto margen de interpretación, como al parecer ha tenido este cuento (sin pretenderlo, todo hay que decirlo), hasta cierto punto lo enriquece.

QUEDA PROBADO, amigo Javier, que, al menos en este caso, el más raro de los dos eres tú, y lo único que lamento es que no nos hayamos apostado una buena cena (y que conste que tengo un apetito desordenado).

Aun así, debo confesar que no las tenía todas conmigo, pues, en más de una ocasión, he comprobado que el sentido que uno tiene de lo que es obvio no coincide con el del resto de los mortales. Para ilustrarlo les pondré un ejemplo, bastante ilustrativo.

Aquí donde me ven, este servidor fue uno de los socios fundadores de la asociación abulense de heráldica y genealogía (también el único causante de su disolución, pero eso no resulta tan honroso). El caso es que, como primera actividad, dicha asociación pretendía editar un boletín. Como, por supuesto, no tenía (y sigo sin tener) la más pajolera idea de heráldica o genealogía, escribí un relato humorístico que estaba protagonizado por un tipo bastante cursi (que se autodefinía como erudito, historiador y tasador de embudos) que en un lenguaje bastante pedante narraba cómo compró un escudo a un moro en el rastro. En la jerigonza heráldica, describía el contenido del escudo: un balde (que es como se llama en mi tierra a un barreño pequeño) y unos rábanos; en la parte trasera del escudo había una leyenda (encimadetinajapan, sin espacios, tal como se escribía en la edad media), y, al final del relato, el protagonista se daba cuenta de que algunas de las letras, en vez de grabadas, estaban pintadas con purpurina. La cuestión es que las dos gracias del relato, el apellido del escudo (Valderrábanos, uno bastante famoso en Ávila) y que si quitabas de la leyenda las letras pintadas con purpurina quedaba “made in japan”, no fueron entendidas por ninguno de los que leyeron el relato, y eso que era una caterva compuesta por los más asquerosamente culturetas de la ciudad.

A los que no os haya dado tiempo a enviar vuestra respuesta, la podéis dejar aquí abajo.

2 comentarios:

Filisteum dijo...

Aprovechando que no soy aún autor muerto, de los que se tienen que comer los comentarios y las tesis doctorales ajenas,diré que mi opinión es que en el relato negro, AL FINAL, se debe aclarar la trama, sin dejarla abierta ni a la interpretación del lector. A no ser, claro, que s epretenda decir qure el policía no resolvió ese caso. Porque también hay casos que no resuelven, en la realidad y creo, por ende, que en las novelas.
En el relato dle que hablamos, la trama puede ser compleja, o confusa, el el lector puede estar má so menos atento, pero en algún momento el relato, este género de relato, requiere la catarsis de la inmterpretación final.
A lo mejor es que soy demasiado clásico, pero no me imagino a Poirot, en el capítulo final, diciendo a los lectores que adivinen ellos lo que pasó.

Juan Carlos Garrido dijo...

Javier:

Es lo que tiene el que no estés todavía muerto (no me tientes, que los escritores "semos" gente peligrosa): si lo estuvieras, podría escribir varias tesis sobre lo que pensabas en cada momento (aun sin tener ni la más remota idea) y me las podrían discutir, pero no rebatirme.

Volviendo a la polémica seria, quizás en una historia "clásica", donde el eje principal es una investigación, dejarla sin esclarecer sería una jugarreta para los lectores, pero en este caso, en que la trama gira en torno a la confrontación entre el tío y el sobrino, con el comisario ocupando el tercer vértice del "triángulo amoroso", la intriga es un elemento accesorio, casi de atrezzo, y me parecería casi mal, tratándose de un relato en primera persona, que se le brindase al lector algo más que los hechos desnudos.

Pero es mi opinión, claro. La mayor grandeza de esto (y a la vez su mayor miseria) es que no existen ecuaciones ni teoremas.

Saludos.