A diferencia de mi paisana, no espero una vida más alta, sólo más tranquila.
Gastadas, y casi olvidadas, las breves vacaciones, uno se enfrenta a la cruda realidad como si se tratase de una fuerza de la naturaleza, con la resignación ovina de quien asume lo inexorable. Asediado desde múltiples frentes simultáneos, un servidor se apresura a atender a lo urgente y se olvida de lo importante. Un paso fugaz por la oficina me depara miles de correos, en su mayor parte spam, y multitud de asuntos que van a tener que esperar, pues uno no ha aprendido, todavía, a dividirse como las amebas.
Este fin de semana a montar muebles de cocina en el pueblo, y el lunes a Canarias. Después, Dios dirá.
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5 comentarios:
Eso te pasa por no ser profe de Instituto, je, je...
Que te sea leve, amigo
Así es la vida. Épocas en las que no pasa absolutamente nada de aburrimiento y rutina total y en un de repente, todo a la vez y sin dar a basto...
Un abrazo y que lo pases bien por Canarias.
Tiene que ser muy duro irse a Canarias a trabajar.
Como participar en una película porno de técnico de sonido, vaya :-)))
Si, mejor ir viendo sobre la marcha. El quid está en disfrutar de lo que se está haciendoo en cada momento (eso dicen, a ver quién es el guapo que lo consigue al cien por cien).
Un abrazo
Respondo mientras contemplo la playa de las canteras: gracias a todos por vuestros comentarios.
Muy ingeniosa la comparación, Javier, se nota que viene de un escritor de raza.
Saludos.
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