Nieva en Miramadrid, con esta tenaz prodigalidad que solo conoce la naturaleza, y los cinco centímetros escasos que cubrían el suelo hace poco más de una hora han bastado para sumir a esta urbanización, arrugada de docenas de cuestas como Anglirus en miniatura, en el más absoluto de los caos.
A los madrileños, acostumbrados a conducir por autopistas despejadas, un hecho de esta naturaleza nos desarma, tornando inútil esa suerte de miembro ortopédico que es el coche. Por descontado, apenas nadie lleva cadenas en el maletero, y en cada repecho docenas de coches cruzados bloquean la calzada.
En una urbanización de nuevo cuño, donde el correo es un extraño maná, basta medio palmo de nieve para alcanzar el colapso. La nieve nos regala su sobrecogedora quietud y algo semejante a unas navidades levíticas y aplazadas.
Nieva.
A los madrileños, acostumbrados a conducir por autopistas despejadas, un hecho de esta naturaleza nos desarma, tornando inútil esa suerte de miembro ortopédico que es el coche. Por descontado, apenas nadie lleva cadenas en el maletero, y en cada repecho docenas de coches cruzados bloquean la calzada.
En una urbanización de nuevo cuño, donde el correo es un extraño maná, basta medio palmo de nieve para alcanzar el colapso. La nieve nos regala su sobrecogedora quietud y algo semejante a unas navidades levíticas y aplazadas.
Nieva.
3 comentarios:
Juan Carlos:
La última frase me parece sencillamente magistral. Enhorabuena por la entrada.
Cierto, Madrid se ha cubierto muy bellamente de blanco.
Lo mejor de todo, ese silencio que acompaña a la nieve y que amortigua los ruidos de la vida.
Un abrazo
Gracias por vuestros amables comentarios, amigos.
Saludos.
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