Admito que la elección de mis últimas lecturas no está resultando demasiado afortunada, pero este libro se lleva la palma. Tenía noticias de tantas alabanzas y parabienes sobre Quim Monzó (a quien enaltecen como uno de los mejores cuentistas del momento), que cuando inicié la lectura de “86 cuentos” (la recopilación de toda su narrativa breve hasta 2001) no podía dar crédito a que se tratase del mismo escritor y no de un caradura bendecido con el mismo nombre que se aprovechase de tal coincidencia. Tras sufrir algo más de cien páginas, llegué a sospechar que el problema estribaba en que los cuentos se ordenaban cronológicamente (yo todavía me sonrojo cuando reviso lo que escribí apenas un par de años atrás), por lo que procedí a leer de atrás hacia delante, sin que obtuviese mejores resultados. También realicé alguna lectura al azar, con idéntica conclusión.
Ninguno de los cuentos que he leído superaría la criba previa de un concurso medio serio (ni la de un lector con criterio), y ni siquiera se puede descubrir en ellos la picardía y el oficio que caracterizan la obra de aquellos autores especializados en ganar concursos otorgados por jurados compuestos por charcuteros leídos y amas de casa con veleidades literarias, y que cuentan sus galardones por centenares.
En estas circunstancias, uno se pregunta de dónde le viene entonces a Monzó su envidiable e inmerecido prestigio, y un servidor no puede dejar de plantearse que quizás no sea del todo ajeno a este hecho la circunstancia de que escriba en catalán (con lo cual nos encontramos de nuevo a vueltas con el tema autonómico y las políticas lingüísticas).
Si alguien se aventura a leerlo, mejor que no lo compre. Yo presto mi ejemplar.
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2 comentarios:
Nunca he entendido el prestigio de ese escritor, parece que nadie se atreve a criticarlo. ¿Qué tendrá? Incluso le han montado una exposición...
Sin duda se trata de méritos extraliterarios.
Bienvenida a estos pagos.
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