El hombre, en la superficie de la tierra, no tiene derecho a dar la espalda e ignorar lo que sucede en el mundo.

Fiódor Dostoievski (El jugador)

martes, 4 de agosto de 2009

Otra vuelta de tuerca

Confieso que lo que me indujo a leer esta novela corta de Henry James fue la conjunción de dos causas dispares y heterodoxas: el hecho de que Anagrama haya lanzado una colección bajo este nombre y el de que mi buen amigo virtual, Javier Pérez, haya bautizado así a la nueva casa rural de su emergente “holding” berciano.

Una vez más, me veo obligado a nadar contracorriente y, a despecho del cúmulo de elogios que se pueden leer sobre la novela, no puedo sino afirmar que esta obra constituye un claro ejemplo de narración que no envejece bien. En buena medida, esta circunstancia obedece a la rígida moral y absurdo clasismo de la época victoriana en la que se enmarca, patentes en el discurso de la protagonista y que lo hacen resultar un tanto gazmoño. También, supongo, a la ambigüedad del texto, que imagino que en su época se mostraría efectista y desconcertante, si bien hoy, a falta de más substancia a la que hincar el diente, resulta bastante trillada.

Para remate, la obra acaba de forma abrupta sin tener en cuenta que se había iniciado con la lectura de un manuscrito junto al fuego, un defecto que induce a pensar que la obra se encuentra inconclusa o finalizada de forma tajante y chapucera.

En resumen, tampoco es que me haya supuesto un enorme esfuerzo concluir su lectura (influye en este particular la circunstancia de que conste de poco más de cien páginas), si bien, a menos a gusto de un servidor, no se trata de la portentosa obra maestra que había visto referida en tantos lugares.

2 comentarios:

Sombras en el corazón dijo...

También la leí el año pasado. Una ambigüedad que no lleva a ninguna parte; pero claro, pudo convertirse en el camino para que otros construyeran mejores novelas.
Al final tampoco me enteré muy bien de que rayos pasaba y de cual era el propósito de los fantasmas.
Con lo importantísimo que es al final de las novelas y cuentos de misterios contestar al ¿Por qué?

En fin, otro abrazo

Juan Carlos Garrido dijo...

Precisamente, lo que resultaba más meritorio de esta novela era la ambiguedad. La mayoría tiende a pensar que la protagonista está majareta y no existen los fantasmas, pero podría ser cualquier cosa.

Un abrazo.