Resulta
llamativo que locutores y tertulianos políticos coincidieran tras los comicios
en la clamorosa injusticia que suponen los más de doscientos mil votos que le
ha costado cada escaño a UPyD o los
ciento cincuenta mil de IU, frente a las
gangas de poco más de sesenta mil de CiU o los cuarenta y siete mil de la nueva
marca de ETA, hecho objetivo y sobre el que no se puede disentir, pero lo de
veras asombroso es que unos y otros atribuyeran la causa de esta tropelía a la siempre
vilipendiada ley D’Hondt. Incluso, una famosa periodista especializada en estos
asuntos (Pilar Cernuda, para qué andarnos con rodeos) se atrevía a afirmar que,
por paralelismo con los partidos de taifas,
la formación de Rosa Díez hubiera obtenido más diputados si se hubiera
presentado sólo por Madrid, prueba notoria de que la ignorancia no está reñida
con la notoriedad, muy al contrario, y además emparentada con la osadía.
La
tan maltratada ley no puede ser la causa de estos desmanes, ya que esta ley
perjudica a las minorías en general, y en estos comicios, como en todos,
quienes se ven siempre más desfavorecidos son los partidos de ámbito nacional
frente a los partidos de taifas, y esta infamia se produce por la
compartimentación geográfica de los escaños: esto es: trescientos mil votos
repartidos en cuarenta provincias pueden no suponerte ningún diputado, mientras
que si se concentran en tres pueden valerte siete.
Es
evidente que esta fragmentación del voto no tiene sentido alguno, ya que la
asignación territorial de los diputados es meramente nominal, y, a diferencia
de lo que ocurre en Gran Bretaña u otros países, no existen diputados de
distrito a quienes acudir cuando uno tiene un problema con la administración,
por lo que es evidente que debiera existir una circunscripción electoral única que
eliminase esta fuente de agravios, y ahora, que el gobierno no precisa de los
partidos de taifas para gobernar, debiera ponerse de acuerdo con el PSOE para
cambiar de una vez la ley electoral.
Y,
por lo que respecta a la denostada ley D’Hondt, imaginen que no existiera: en
ese caso, el PP no podría gobernar ni siquiera en coalición con CiU, y eso que
ahora entre ambos suman más de doscientos escaños. Un parlamento meramente
proporcional sería ingobernable: incluso con el sistema actual, durante la
mitad de las legislaturas, todas las que no ha existido mayoría absoluta, los
gobiernos han sido rehenes de los partidos de taifas, así que la ley D’Hondt ni
me la toquen.
1 comentario:
Juan Carlos, en efecto, el problema no es la Ley D'Hondt, que no es una más que una mera regla de reparto de restos, el problema fundamental es la distribución de escaños por circunscripciones provinciales.
Por ejemplo, UPD ha obtenido los cinco diputados con 430.399 votos (346.122 de Madrid y 84.277 de Valencia) ¿Qué ha pasado con los 709.843 votos restantes? Pues han terminado en la basura, cosa que no ocurriría con una circunscripción única.
Si tuviéramos circunscripción única, incuso aplicando la Ley D'Hondt, éste hubiera sido el resultado:
PP 176 escaños.
PSOE 113 escaños.
IU 27 escaños.
UPyD 18 escaños.
CiU 16 escaños
Saludos
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