A
despecho de todo sentido común, un servidor se embarca el miércoles pasado en
el montaje de unos muebles de cocina de Ikea.
Primera
cajonera: justo después de celebrar lo fácil que resulta ensamblarla,
compruebo que he insertado el frontal equivocado en ella, y parece imposible
desbloquear el diabólico sistema de resortes que lo aferra, como náufrago a su
tabla.
Muy
ufano, recuerdo que, al comienzo de todos los folletos de montaje de Ikea,
aparece un monigote consternado porque no comprende las instrucciones y a
continuación feliz tras telefonear a Ikea. Animado de esta guisa, me dispongo a
rastrear por la www el susodicho número como un sabueso de caza, si bien, para
mi desesperación, no aparece por parte alguna; apenas localizo un formulario de
contacto, donde dejo constancia de mi problema y, tras hacerlo, me indican que
se pondrán en contacto conmigo en 48 horas.
Dado
que, ni en las instrucciones ni en lugar alguno, figura cómo desmontar ese pérfido
archiperre, servidor opta por la ingeniería inversa e incrusta uno de los
enganches en una guía y, a resultas de semejante osadía, este también se queda
bloqueado. No contento con ello, empujo con un destornillador el mecanismo que
me queda sin bloquear para observar cómo actúa, con el resultado de que este
también se queda encajado de forma irreversible.
Dado
que me he quedado sin más cajoneras con las que ensayar, enredo con las que
tengo bloqueadas hasta que descubro cómo se libera el dichoso mecanismo.
Apenas
hace unos minutos, recibo un email del servicio de atención al cliente de Ikea
indicándome la respuesta, muy sencilla, por cierto, una vez que se sabe. Menos
mal que lo que se había quedado bloqueado era el frontal de una cajonera y no
un niño dentro de un armario.
¡Como
para ir con unas prisas!
2 comentarios:
totalmente en el clavo nunca mejor dicho, pero no sólo ikea, también sus competenciales.
Son muebles diseñados para crear ocio, no para disfrutarlo
:-)
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