Decía aquí, hace apenas unas semanas, que este país cada vez se parecía más a las películas de Berlanga y se diría que, entre unos y otros, un día sí y otro también, se empeñan en darme la razón.
Garzón se ha ido de cacería con mi paisano Bermejo; no sé si (como sucedía en la película) Garzón pretendía venderle al ministro porteros automáticos o si, por el contrario, era este el que quería venderle la moto al juez.
No pongo en duda la imparcialidad de Garzón (hace mucho tiempo que todos tenemos claro que el magistrado no sabe en qué consiste esta exótica palabra), pero, al menos, confiaba (a la vista de los hechos, está claro que de un modo bastante ilusorio) en que conservase bastante decoro como para no hacer alarde de este compadreo vergonzante y oprobioso.
Es deprimente que, doscientos y pico años después de Montesquieu, tengamos que seguir clamando por la separación de poderes; seguro que Bermejo (y es probable que el resto del ejecutivo) entiende la separación de poderes como que al que no obedezca se le separa del cargo y se le priva de poder.
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6 comentarios:
Habrás querido decir que no pones en duda la parcialidad de Garzón, ¿no?
Un abrazo.
Llámelo Ud. como quiera.
Saludos.
Montesquieu pondría en serias dudas la capacidad intelectual del ser humano en el siglo XXI, sobre todo su evolución frente al resto de las especies.
Una vergüenza, si señor
Un abrazo
Desde luego deberían haber guardado las formas, porque efectivamente la Constitución Española establece las separación del poder ejecutivo y el judicial pero con gestos como esos la gente luego empieza a cuestionarse las cosas....
un saludo.
http://www.niblanconinegro-madrid.blogspot.com/
De todo pasará en estos días inciertos.
Un abrazo
Lo mejor de todo es que ambos mataban ciervos por la patilla, como sucedía en "La escopeta nacional", y es que es verdad que la realidad imita a la ficción.
Saludos a todos.
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