El hombre, en la superficie de la tierra, no tiene derecho a dar la espalda e ignorar lo que sucede en el mundo.

Fiódor Dostoievski (El jugador)

jueves, 17 de diciembre de 2009

Asuntos propios

Resulta llamativo reparar en cómo, a lo largo de los últimos tiempos, se ha convertido en práctica habitual llevar cualquier causa al terreno personal, reemplazando de este modo los razonamientos por emociones. Así, unas semanas atrás, escuchábamos a varios políticos nacionalistas (y no tanto) proclamar que una sentencia en contra del estatuto sería una afrenta para los catalanes, y, hace apenas unos minutos, un portavoz del gremio de taxistas afirmaba que la ley “omnibus” pretende humillarles.

Esta suerte de integrismo demuestra una innegable cerrazón, trasladando cualquier minucia al reducto donde nada es cuestionable y la menor disensión es considerada un atentado contra el honor. El hecho de que no permitamos que nadie discuta nuestros principios, en el fondo revela una evidente carencia de confianza en la solidez de los mismos.

Así nos va.

4 comentarios:

Las hojas del roble dijo...

Desconfianza o inexistencia, ¿qui lo sa?

Juan Carlos Garrido dijo...

Puede ser que ambas.

Saludos.

Filisteum dijo...

El hecho de evitar la discusión significa también la absoluta desconfianza en la palabra.

Y esa es otra...

Juan Carlos Garrido dijo...

Es lo que tiene emplearla siempre como arma arrojadiza: cualquiera no recela.

saludos.