El hombre, en la superficie de la tierra, no tiene derecho a dar la espalda e ignorar lo que sucede en el mundo.

Fiódor Dostoievski (El jugador)

miércoles, 10 de septiembre de 2008

Cateados en septiembre

De nuevo, el informe de la OCDE ha vuelto a suspender a la educación española; y lo peor de todo no es esto, que ya es bastante malo, sino que este hecho no nos sorprenda en absoluto y, aún más lamentable, que nadie se rasgue las vestiduras a causa de ello.

Es cierto que los últimos gobiernos han hecho demasiados experimentos con la educación, en general poco provechosos, que muchos la han empleado como un arma arrojadiza y algunas autonomías como un instrumento para realizar proselitismo, que muchos padres contemplan los centros educativos como una suerte de guarderías y que la educación (la de los buenos modos) de nuestros estudiantes ha sido descuidada por los progenitores y, en general, deja bastante que desear, pero el problema de fondo no es ninguno de los anteriores, sino el poco respeto (de estima mejor no hablamos) que la educación inspira en la sociedad española.

En tiempos no muy lejanos, la educación era uno de los principales factores a la hora de determinar el prestigio social, si bien primero la cultura del pelotazo, después los “realities” y su exaltación del mamarracho y para terminar la deleznable moda del “bulling” grabado en el móvil y colgado en Youtube, han convertido los estudios en un fin poco apetecible y a las personas que los cursan en poco menos que unos “frikis”.

El verdadero problema es que no se quiere estudiar, y los centros educativos se han convertido en algo similar a centros de confinamiento.

A ver quién es el guapo que cambia esto.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Y, sin embargo, España es uno de los países con mayor número de universitarios, y para acceder a cualquier trabajo medio decente te exigen tener título universitario y, a ser posible, idiomas.

Sin dejar de lado la mejora del sistema educativo, lo que habría que exterminar es a los pasealibros, o antes a sus padres, a los que les pesan tanto los niños como a los niños sus libros.

Lo que no se valora se desprecia, y el guapo que cambie esto debería ser el progenitor de las nuevas generaciones que sea capaz de inculcar a sus hijos el valor de la cultura y la educación, no como mero fin para acceder a un puesto de trabajo, sino como un valor en sí mismo. Parece algo tan improbable como que las chanclas dejen de usarse más allá que para bajar a la piscina o la playa.

Mery dijo...

Que se lo digan a los profesores, sufrientes sufridores.

Juan Carlos Garrido dijo...

A.P.A.:

Efectivamente, buena parte de la culpa, por no decir la mayor parte, es de los padres, en su especto de responsables últimos, pero esta conducta no es más que un exponente de la tendencia de una sociedad en la que la educación no es un valor al alza.

Mery:

Y no sólo son sufridores, sino muchas veces víctimas.

Saludos a todos.