Mentiría si dijese que no me ha decepcionado la última entrega de Paul Auster. Aunque el autor hace gala de su característica prosa hipnótica, con la que es capaz de atraparte aunque se limite a narrar cómo el protagonista envuelve un bocadillo, me veo obligado a afirmar que este es uno de esos casos en los que, partiendo de un planteamiento sublime, se acaba con un final absolutamente piojoso (como afirmaba Javier Pérez en el caso del Club Dante).
El arranque del libro es canónicamente “austeriano”; un articulista y crítico literario jubilado, dolorosamente viudo y casi inválido a causa de un accidente de tráfico, convive con su hija, abandonada por su esposo, y su nieta, cuyo novio ha sido asesinado en Irak: tres barcos desarbolados y a la deriva que coinciden al embarrancar en la misma playa. El articulista, que padece insomnio, por las noches se dedica a inventar una historia en la que un hombre es arrebatado de su “realidad” y aparece en otra paralela, en la que los Estados Unidos no están embarcados en la guerra de Irak, sino enfrascados en una contienda civil secesionista. Al protagonista de esta segunda trama, le encomiendan matar a un hombre (que, aunque desde del principio ya se sospecha, a mitad del libro se confirma que es el propio articulista inválido) para que la guerra civil deje de existir.
Este argumento, complejo y de múltiples ramificaciones entrelazadas, casi neuronal, sello de la casa, acaba siendo resulto de un modo chapucero, apresurado y de forma que le priva de sentido al resto de la trama, haciendo que el libro resulte ser un camino que no lleva a ninguna parte. Cuando uno anhelaba con ansia descubrir cómo Auster conseguía encajar este rompecabezas (lo cierto es que esperaba algo a la altura de Vértigo), él se limita a matar al personaje inventado, que el articulista le cuente a su nieta sus amores de juventud y se acabe el libro, sin más.
Se diría que el autor acabó sin fuelle, o llegó a un callejón sin salida, y terminó presuroso el libro presionado (a punta de pistola, o algo peor) por su agente, o que fue concluido por uno de sus negros menos talentosos, en una mañana de resaca y deseoso de marcharse de vacaciones.
Si he de ser sincero, me da la impresión de que el Auster que tanto me deslumbró en sus comienzos cada vez se va volviendo más opaco, tal vez por los efectos acomodaticios de la fama. Quizás no sea ajeno a este hecho el de que haya simultaneado la lectura de este libro con “Las máscaras del héroe”, de J.M. de Prada, y, aunque las comparaciones siempre sean odiosas, en este caso son particularmente despiadadas, máxime teniendo en cuenta el asombroso hecho de que el español publicase este libro con tan sólo veinticinco años. También puede ser que uno se vaya volviendo cada vez más exigente, es posible que demasiado (miedo me da releer mis antiguos escritos).
Como concusión, cabría decir que, aunque se trata de una novela que se lee con comodidad, incluso agrado, en la opinión de este humilde servidor el libro no vale el dinero que se paga por él ni es uno de los que volvería a releer. Si sienten curiosidad, sáquenlo de la biblioteca.
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9 comentarios:
Hola Juan Carlos! Me ha dado mucha alegría ver tu comentario en mi blog, muchas gracias por los consejos, que por cierto creo que son buenisimos.
Aun no he leído todavía "Un hombre en la oscuridad" pero lo tengo aconsejado en mi blog como libro para leer, creo que esta tarde o mañana iré a comprarlo.
También quiero decirte que, tienes un blog muy interesante. Y que si no te importa seguro que pasaré otra vez por el.
Un abrazo
P.D: Aunque nunca me publiquen un libro, seguiré escribiendo. Tienes razón, estoy enganchada.
Bienvenida al blog; confío en verte a menudo por aquí y leer tus aportaciones.
Un abrazo.
Me verás, no sé si amenudo... pero vendré.
Gracias por la bienvenida, ya sabes que tu siempre serás bien hallado en el mio.
Eh! Nos hemos rozado.
Un beso
Ya son varios los que han salido defraudados con este libro. No le tenía ganas ya antes; después de oir tan malas cr´ticas , lo descarto definitivamente.
El libro en sí no es tan malo, de hecho afirmo que se deja leer con fluidez, pero desde luego no está a la altura de lo que se espera.
Saludos.
A eso se le lleama meter un elefante en la bañera :-))))
... o hacer un traje de novio con un chaqué y pantalones de chandal.
Saludos.
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