No deja resultar desconcertante que toda la fanfarria en torno a la efeméride se centre en que el acontecimiento supuso la caída de unos regímenes represivos y obvien el hecho más importante: que la caída del muro determinó la desintegración del comunismo como modelo político plausible. Desde entonces, nadie volvió a propugnar un estado omnipresente y casi omnipotente que permeara todos los aspectos económicos, políticos y sociales de una nación.
La crisis financiera internacional supuso lo mismo para el liberalismo a ultranza, que formulaba que el mercado se regulaba solo y que el estado no debía intervenir bajo ningún concepto, una tesis tan descabellada como la anterior si reparamos en que el objetivo de las empresas es generar beneficios (propios) y cualquier otro postulado por parte de ellas, ya sea humanitario, en defensa del medio ambiente o de cualquier otra índole, no es sino una maniobra publicitaria, en la que, en todo caso, se invertirá menos que en publicidad convencional.
Lo más desolador de todo es que precisemos de estos cataclismos para percatarnos de que la vida no se limita al blanco o al negro (disyuntivo, ni siquiera en conjunción). Y que algunos persistan en ignorarlos y mantengan incólumes sus convicciones.
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2 comentarios:
Muy bueno este artículo. ¿Recuerdas aquel artículo de Juan Bonilla que te dije que me gustó mucho? Pues creo que las opiniones que vuelcas aquí son de la misma guisa. Que no puede ser tan fácil tener certeza de algo.
¡Cuánto le cuesta al personal bajarse del burro! Pero se entiende, porque el burro, según el caso, es el que les trae el dinero, una seguridad de grupo o el poder.
Un Saludo.
Creo que el artículo que citas iba más de la gente que tenía una opinión sobre todo, aunque mi memoria no es la que era.
Un abrazo.
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